Page 4 - cuento
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CERO
Un día antes de la Nochebuena de 1935, y con el frío gélido de la
madrugada oscense, solo se detectaba actividad en la calle Co-
mercio, iluminada por el destello de las farolas y por la luz que
emitían el zaguán y las ventanas de una de las casas. Llamaba la
atención, en el portal, algunas cajas muy bien envueltas, varias
maletas apiladas y un gran baúl que arrastraban dos mozos a du-
ras penas. No daban un paso sin que se tomaran su tiempo antes
de reanudar y avanzar apenas medio palmo con la pesada carga.
Tanto el zaguán como las ventanas iluminadas dejaban ver una
casa de gusto burgués de la época romántica, con escaleras de tipo
imperial en mármol blanco. También se veía parte del patio de la
casa. Cuando las ventanas y la balconada estaban abiertas de par
en par, se podían apreciar algunas estancias, decoradas con pre-
ciosas pinturas románticas que cubrían las paredes y los techos de
las salas.
Esa noche previa a la Nochebuena, una mujer bajaba las escaleras,
muy atenta a la labor que realizaban los muchachos que portaban
el gran baúl y a los que dirigía con la autoridad propia de la edad.
—¡Cuidado, cuidado! —les advertía sin apenas levantar la voz—.
Ahí va gran parte de mi trabajo. Casi toda mi vida —dijo con resig-
nación desde la escalera.
Para Ainara, aquel baúl contenía los recuerdos y experiencias vi-
vidas en todos los países que había recorrido buscando un intré-
pido objetivo: demostrar la existencia de los hombres sabios que
vinieron “del Este”. En sus pesquisas había encontrado gran ayu-
da de otras colegas, pero de quien guardaba un gran cariño era de
Gertrudis, la arqueóloga inglesa de la que más aprendió. “La Bell,
gran pionera de la arqueología, mujer decidida y valiente, la pri-
mera inglesa graduada en Historia en la prestigiosa Universidad
de Oxford”, se decía para sus adentros.