Page 4 - selim
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•Sí -contestó Selim-.    Tengo  que  aprovechar
         las vacaciones.

          -¿Y  sigues  teniendo   tu  puesto  en  el  mismo
         lugar?

           -Sí.  Al  lado de  la  mezquita  Bayazit.


          - M e  pasaré  a  verte  un  día  de  éstos.  Un  po-
         co de  alegría  no  me vendría  mal...


         Selim  sonrió  mientras  se alejaba.  Estaba  con-
         tento.  ¡Su  oficio  era  tan  bonito!  Además,  así
         ayudaba   a  su  familia.  Y  no  es  que  ganara  una
         fortuna   con  sus  papeletas:    diez  kourouchs
         cada   una  no  era  mucho,   sobre  todo  porque
         tenía que dar la  mitad del dinero al viejo Salih,
         que  era  su  proveedor   y  le  prestaba  la  mesa
         plegable.  Pero  había  días  en  que vendía  hasta
         un  centenar   de  papeletas,  y  para  un  niño  de
         diez años  eso  representaba    un  dinerito.


         Cuando    Selim  llegó  a  la  mezquita  Bayazit,  el
         sol  todavía  no  había  alcanzado  las sombras  de
         l.r.  ¡iccras.  Permanecía  enganchado en   los  mi-
         n.iiolo.s  de  la  mezquita,  transformándolos   en
         altas flechas de oro que apuntaban al cielo.


         Selim   dejó  la  jaula  en  el  suelo  y  desplegó  la
         mesa.


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