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Mi vida había tomado un nuevo camino y ni yo me haba dado cuenta.
Ya me encontraba en una nueva familia, con tres hermanos y hasta una
mamá postiza; bueno en ese entonces creo que no lo era, pero no estoy
segura de ello; no hablo de ello porque me pone bastante sensible. Mis
nuevos hermanos eran pequeñitos como yo, bueno yo era la màs pequeña
de todos, la más flaquita, chiquita, callada y morenita. Me gustaba
mucho estar allí porque jugábamos todo el día a la cocinita, el puente
está quebrado, hacíamos ropita para las muñecas, escondidijo, chucha,
jajjaja; jugábamos de todo. Me acurdo mucho en las navidades como
mi hermana Astrid y Juancho íbamos a todas las novenas del barrio,
una tras otra, con el tiempo medido, vaya que no asistiéramos a una y
nos perdíamos los regalos, eso era lo mejor, cantar los villancicos y
esperar a que llegara el 24 a que dijeran nuestros nombres al leer las
listas para salir corriendo a la casa y empezar jugar. Recuerdo que en
una novena en el barro 20 de Julio, allá en San Javier en la ciudad de
Medellín, en una casa que quedaba en toda la principal me regalaron
una cocinita, parecía de verdad pero pequeñita, aquellos eran los
