Page 16 - Historia de México I
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Capítulo muestra
Asimismo, México carecía de un sistema de comunicaciones y transportes adecuado a las características de la variedad de sus extensos territorios. La gente utilizaba carretas y caballos para el transporte de personas y mercancías. No había ferrocarriles. En los caminos había continuos problemas de deslaves causados por lluvias. No eran seguros a causa de los asaltantes, sobre todo los muy transitados y los que llevaban al puerto de Veracruz, por los que se transportaban plata y otros productos valiosos de exportación e importación.
Eran pequeñas y lentas las embarcaciones que, como las yucatecas, realizaban un activo comercio de cabotaje (es decir, viajaban tocando las costas) y servían de cruceros entre México y Cuba. En realidad, no existía una marina mercante mexicana.
Las clases altas mexicanas y las autoridades católicas de mayor jerarquía se esforza- ron por consolidar sus intereses por medio de Iturbide. Y mientras se establecía quién gobernaría y cuál sería el tipo de gobierno, se creó en 1821 la Junta Provisional Guberna- tiva, compuesta por eclesiásticos y abogados que habían fungido como autoridades polí- ticas en ayuntamientos y diputaciones provinciales durante la época virreinal. Como cabía esperar, había un total descontrol: nadie tenía completamente claro lo que debía hacerse y menos al haber grupos con intereses distintos.
Lograr acuerdos fue uno de los principales retos y mayores problemas de la historia del siglo xix de nuestro país. Así, en ese ambiente político, la Junta fue sustituida por el Congreso Constituyente de 1822, en el cual Iturbide se desempeñó como el principal actor político, olvidándose de los insurgentes que habían combatido por mayor igualdad y justicia sociales.
Por su parte, la clase media accedió a espacios de poder, apoyada por las logias ma- sónicas (sociedades secretas, políticas, liberales y anticlericales, caracterizadas, entre otras cosas, por una fuerte fraternidad y el mutuo reconocimiento mediante signos y emblemas). Debido a ello, la clase media frecuentemente entró en conflicto con un sec- tor de la Iglesia y el ejército. Una fracción del ejército, sintiéndose amenazada, comenzó a planear un golpe de Estado, o sea, un movimiento armado contra el gobierno para ha- cerse del poder.
Los antiguos insurgentes y los masones de tradición yorkina deseaban vencer a Iturbi- de para lograr instaurar una república federal. Los antiguos borbonistas, que deseaban un rey borbón para evitar el caos, se esforzaban por instaurar una monarquía europea. La actitud de Iturbide hizo que, aunque de intereses opuestos, republicanos federalistas y borbonistas se unieran contra él. Cada día perdió más popularidad hasta llegar a derrum- barse. Por ello, la vida del Primer Imperio Mexicano fue efímera: duró tan solo diez meses: 300 días.
El 1o. de febrero de 1823, el general Antonio López de Santa Anna (más conoci- do simplemente como Santa Anna), de gran liderazgo dentro del ejército, se unió a viejos insurgentes como Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero y Nicolás Bravo; al poco tiempo se les sumó el general borbonista José Antonio de Echávarri. Juntos fraguaron el Plan de Casa Mata, que dio forma a un movimiento en contra de Iturbide. La presión fue tan fuerte que este renunció a la corona y partió al exilio, el 19 de mar- zo de 1823.
Vencedores, los liberales de la clase media restablecieron el Congreso y proclamaron que México sería una República. Mientras tanto, implantaron un gobierno temporal regi- do por un triunvirato (o sea, formado por tres gobernantes): Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo (ambos insurgentes y con alianzas con el ejército) y Pedro Celestino Negrete, ge- neral exiturbidista.
Frontera sur
Hay una región poco mencionada en los libros nacionales de historia; empero, el tratar de ella da luz a nuestra vasta y a veces lastimada diversidad que forma al México actual.
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