Page 208 - Cementerio de animales
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había sacado del cuarto de su hermano. Era un sillón plegable con el asiento y el
respaldo de lona y el nombre de GAGE estampado en el respaldo. Rachel pidió
cuatro de aquellos sillones por catálogo, con el nombre de cada uno de ellos.
Ellie casi no cabía en el sillón de Gage. El asiento se combaba como si fuera a
romperse de un momento a otro. La niña sostenía la fotografía contra el pecho y tenía
los ojos fijos en la pantalla del televisor en la que aparecía una película.
—Ellie, es hora de ir a la cama —dijo Louis apagando el aparato.
Ella se levantó con bastante dificultad y plegó el sillón. Al parecer, pensaba
llevárselo a la cama.
Louis titubeó, deseando decir algo acerca del sillón, pero se limitó a preguntar:
—¿Quieres que te tape?
—Sí, gracias.
—¿No… no te gustaría dormir esta noche con mamá?
—No, gracias.
—¿Estás segura?
Ella sonrió ligeramente.
—Sí. Mamá se queda con toda la ropa.
Louis sonrió a su vez.
—Pues vamos.
Ellie no trató de meter el sillón en la cama, sino que lo puso junto a la cabecera. A
Louis se le ocurrió entonces una analogía absurda: el consultorio del psiquiatra más
pequeño del mundo.
Mientras se desnudaba, Ellie dejó la fotografía encima de la almohada, pero
cuando se hubo puesto el pijama, la cogió, se la llevó al cuarto de baño, la dejó
mientras se lavaba, se enjuagaba la boca y tomaba su tableta de flúor, y luego volvió
a cogerla y se acostó con ella.
Louis se sentó en la cama y le dijo:
—Quiero que sepas, Ellie, que si seguimos queriéndonos podremos resistirlo.
Pronunciar cada una de estas palabras fue como empujar una carretilla cargada de
balas de algodón mojadas, y la suma del esfuerzo le dejó exhausto.
—Voy a desearlo mucho y a rezar mucho a Dios para que Gage vuelva.
—Ellie…
—Dios puede llevárselo y puede devolvérnoslo. Él lo puede todo.
—Ellie, Dios no hace esas cosas —dijo Louis, violento, acordándose de Church
encaramado en la tapa del inodoro, mirándolo con sus ojos terrosos mientras él se
bañaba.
—Sí que las hace —dijo Ellie—. En clase de catecismo, la maestra nos habló de
ese sujeto, Lázaro. Estaba muerto, y Jesús lo hizo vivir otra vez. Le dijo «Lázaro, sal
fuera», y la maestra nos explicó que si sólo hubiera dicho «Sal fuera», probablemente
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