Page 13 - La iglesia
P. 13
II
LUNES, 4 DE FEBRERO
Ramón pasó de un sueño profundo a un estado de alerta máxima en una
décima de segundo.
Alguien se acercaba.
Aguzó el oído. Había alguien en el rellano de la escalera, al otro lado de la
puerta. Con todos sus sentidos despiertos, abandonó el sofá de un salto y se
dirigió al vestíbulo con los andares sigilosos de un asesino. El sonido de la
cerradura al ser trasteada provocó que sus músculos y tendones se tensaran.
Ramón estaba listo para saltar.
La puerta se abrió.
Cargó sin piedad, con todas sus ganas. El recién llegado trató de apartarle
como pudo, pero no lo consiguió. Ramón era demasiado fuerte.
—¡Joder! —imprecó el hombre, a punto de perder el equilibrio y caer de
espaldas.
Hizo retroceder a Ramón un par de palmos de un empujón, pero lejos de
darse por vencido, este contraatacó.
—¡Marta, por Dios, llama al perro!
Ramón culminó su bienvenida con dos certeros lengüetazos en plena cara
de Juan Antonio Rodero, que al fin consiguió cruzar el umbral de su propia
casa. El husky, feliz de ver a su dueño, no paraba de brincar y dar coletazos.
Una voz femenina llamó al perro desde la cocina. Juan Antonio le obsequió
con un par de caricias mientras acudía a la llamada, obrándose el milagro de
la calma.
—Ojalá me recibierais todos con la misma alegría —se quejó Juan
Antonio a la vez que propinaba una palmada en el trasero a Marta, su esposa,
que le obsequió un beso fugaz sin dejar de ocuparse de la paella que estaba
cocinando—. ¿Y los otros dos descastados?
Antes de que pudiera contestar a su marido, unos pasos ligeros y veloces
acompañaron la aparición de Marisol en la cocina. Apareció armada con un
papel y un manojo de lápices de cera. La pequeña, de seis años, se abalanzó
contra su padre sorteando a Ramón, que aún andaba enfrascado en su ritual de
Página 13