Page 46 - La iglesia
P. 46

—Fascinante —susurró el padre Félix, encantado con la historia.

                    —Según  cuenta  la  leyenda  —prosiguió  el  vicario⁠—,  el  califa  empleó
               contra  nuestros  soldados  las  malas  artes  de  los  sahir,  una  especie  de
               hechiceros practicantes de la magia negra. Algunos de los defensores de la
               Plaza sufrieron enfermedades incurables a cuenta de sus maleficios, y se dice

               que otros fueron poseídos por los djinn.
                    —¿Djinn? —preguntó Félix—. ¿Qué es un djinn, padre?
                    —Según la tradición islámica, un djinn es un espíritu capaz de poseer el
               alma de un mortal para manifestarse a través de su cuerpo y hacer el mal.

               Curiosamente,  el  mito  de  los  genios  encerrados  en  botellas  viene  de  ahí;
               aunque según parece, los de verdad no son tan generosos como el de Aladino.
               Para entendernos, los djinn son la versión musulmana de nuestros demonios
               menores…

                    Juan Antonio miró al vicario de reojo.
                    —¿Y tú crees en eso, Alfredo?
                    —Como religioso, creo en Satanás y en su autoridad limitada, siempre por
               debajo de la de Cristo, que es absoluta sobre él. Jesucristo siempre vence al

                                                               ⁠
                                              ⁠
               Mal, eso es un dogma —afirmó, tajante—. Personalmente, conozco algunos
               casos bien documentados de posesiones diabólicas, pero en lo que se refiere a
               esta historia de los jorgianos, el sahir y los djinn, no me creo nada de nada.
               Mucha gente se vuelve loca en la guerra. Las experiencias traumáticas vividas

               en el frente pueden acabar con la razón de un soldado. En aquella época no
               existía  la  psiquiatría:  un  epiléptico,  un  esquizofrénico,  cualquiera  con  un
               trastorno  de  personalidad  era  señalado  como  víctima  del  diablo,  y  la  única
               cura era un exorcismo. Y contra los djinn, los jorgianos utilizaban métodos

               que hoy en día les habrían enviado directamente a la cárcel.
                    —¿Torturas? —preguntó el padre Ernesto.
                    —Cuando el Ritual Romano fallaba, no dudaban en aplicar otros métodos
               más cruentos. Si tenían que expulsar al espíritu maligno utilizando hierros al

               rojo  vivo,  por  poner  un  ejemplo,  no  se  lo  pensaban  dos  veces.  En  muchas
               ocasiones, el exorcismo acababa con la muerte del endemoniado. —⁠El padre
               Alfredo  trazó  unas  comillas  en  el  aire  al  pronunciar  la  palabra
               endemoniado⁠—. Con los años, estas prácticas fueron prohibidas por la Santa

               Sede,  que  no  aprobaba  la  forma  de  actuar  de  los  jorgianos.  Su  proceso  de
               extinción comenzó en el siglo XIX, y los pocos miembros que quedan son los
               últimos  de  una  casta  que  se  siente  desubicada  dentro  de  la  Santa  Madre

               Iglesia desde hace décadas.






                                                       Página 46
   41   42   43   44   45   46   47   48   49   50   51