Page 73 - La iglesia
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hemos  encontrado!  ¡Esa  talla  es  suya,  estoy  seguro  casi  al  cien  por  cien!

               ¡Vamos a convertir la leyenda en historia!
                                                                                       ⁠
                    —Deberíamos  ser  prudentes  antes  de  afirmar  nada  —opinó  el  padre
                        ⁠
               Ernesto—. No me gustaría dar un patinazo con este asunto…
                    —Tranquilo, padre —dijo Perea—, cerraré el pico hasta que no estemos

               seguros.
                    —A mí me ha impresionado la primera parte del artículo —⁠reconoció el
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               padre  Félix—.  Ese  gusto  por  lo  diabólico  me  resulta  inquietante,  y  más
               después de haber visto la talla que tenemos ahí abajo.

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                    —¿Conoces a Tim Burton, Félix? —le preguntó Juan Antonio.
                    —Claro —contestó—, ¿por qué lo preguntas?
                    —¿Te imaginas lo que habría pensado la Santa Inquisición de su obra? Le
               habrían prendido fuego antes de poder decir Bitelchús, y él habría acabado en

               una mazmorra. Sin embargo, en la actualidad, los padres llevamos a nuestros
               hijos a sus estrenos, les compramos sus películas en DVD y les arropamos
               con sábanas de Jack Skellington. Si Ignacio de Guzmán hubiera nacido en la
               segunda mitad del siglo XX habría sido un artista más. Los tiempos son más

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               asesinos que las gentes que los viven —reflexionó.
                    Para  satisfacción  de  Ernesto,  Félix  no  fue  capaz  de  replicarle  al
               aparejador. El párroco se dirigió a Perea:

                    —Si esa imagen fuera de Ignacio de Guzmán, ¿sería valiosa?
                                                                                                  ⁠
                    —¡Claro  que  sí!  —Perea  adelantó  sus  cejas-cepillo  hacia  el  cura—.  Si
               demostramos que ese Crucificado es la única obra que se conserva de Ignacio
               de Guzmán podría tener un valor incalculable. ¡Una fortuna!

                    —No me refería solo al valor monetario, también al artístico. No entiendo
               nada de arte, soy un simple matemático y a mí, particularmente, esa talla me
               parece una abominación.
                                                                                             ⁠
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                    —¡Claro  que  tiene  valor  artístico!  —Perea  estaba  exultante—.  Y  ojo,
               porque  tiene  otro  valor  añadido:  si  constituimos  una  asociación  proculto
               alrededor  de  esa  imagen,  no  le  faltarían  feligreses.  Con  la  aprobación  del
               obispo,  podríamos  fundar  una  hermandad  cofrade.  ¡Se  oiría  hablar  de  ella
               hasta  en  Sevilla!  ¡Imagínese,  la  única  obra  de  Ignacio  de  Guzmán  en  una

               iglesia de Ceuta!
                    El  uso  de  la  primera  persona  del  plural  no  le  hizo  demasiada  gracia  al
               padre  Ernesto.  Manolo  Perea  empezaba  a  considerarse  parte  del
               descubrimiento y, para más inri, con un entusiasmo arrollador que amenazaba

               con convertirse en imparable si no se cortaba a tiempo. Lo último que deseaba






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