Page 79 - La iglesia
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veterano en la política desde tiempos de Alianza Popular, uno de esos tipos
que siempre pululan en los círculos de poder, salen en todas las fotos y nadie
sabe con certeza a qué demonios se dedica. Junto a ellos se encontraba un
médico con pijama verde que hablaba en un tono de voz bajo y pausado, casi
hipnótico. Un poco más lejos, un desconocido levantó los ojos del informe
que estudiaba en cuanto Juan Antonio cruzó el umbral. Treinta y pocos, bien
parecido, complexión atlética y ojos avispados. Tan solo le faltaba una sirena
implantada en la coronilla. El aparejador adivinó que era el policía.
—¡Juan Antonio! —Maribel se acercó a él y le dio dos besos; el resto de
los presentes gruñó algo parecido a una bienvenida—. ¿Cómo te has
enterado?
—Me llamó Leire. ¿Cómo está Maite?
—Todavía inconsciente. La acaban de subir a la UCI. El doctor Fernández
nos estaba informando.
—Aún no tenemos los resultados de las últimas pruebas —explicó el
médico con su voz de hipnotizador—. Los traumatismos en sí no revisten
excesiva gravedad: dos costillas rotas y contusiones leves. Por suerte, el techo
del coche amortiguó la caída. El TAC no ha revelado lesiones en la cabeza.
—Clavó sus ojos en Juan Antonio, y a este le pareció la mirada limpia y
honesta de alguien que ama su trabajo—. Mi teoría es que el estado de shock
en el que está no ha sido provocado por la caída en sí, sino por algo distinto.
Tenían que haber visto la expresión de su cara cuando la trajeron: una
máscara de puro terror. Jamás había visto nada igual.
—Maite llevaba varios días fastidiada —reconoció Juan Antonio, que no
apreció que el policía, a pocos metros de distancia, levantaba las orejas como
un perdiguero—. De hecho, estaba de baja por problemas de sueño. Trabajo
con ella —explicó—. Soy uno de los arquitectos técnicos del equipo
municipal.
—Podría haber tenido un episodio de alucinaciones —dijo el médico—.
Habrá que esperar a que despierte para efectuar las exploraciones pertinentes.
¿Han localizado a algún familiar?
—Hemos llamado a sus padres —respondió la presidenta—. Viven en San
Roque, llegarán en el último barco.
—Diré que me avisen en cuanto lleguen —dijo el médico, dando la visita
por finiquitada—. Ahora será mejor que se marchen. Mañana, cuando
tengamos los resultados de los últimos análisis, sabremos algo más. Buenas
noches.
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