Page 81 - Las ciudades de los muertos
P. 81

—No parece muy acogedor, ¿verdad?
               —Depende de lo que andes buscando.
               —¿Estás sugiriendo una visita? Pensé que íbamos buscando objetos de plata.

               —Y  así  es.  Las  prostitutas  de  El  Cairo  son  famosas  por  las  enfermedades  que
           tienen.
               Henry volvió a observar la calle con expresión amarga.

               —Parecen bastante rollizas.
               —Creo que la palabra adecuada es «voluptuosas».
               Henry se echó a reír.

               —¿Por qué me has enseñado ese lugar?
               —¡Oh! Ya conoces mi peculiar sentido del humor.
               Poco después, llegamos al barrio copto y, por un par de piastras, un muchacho nos

           condujo a la tienda de Ahmed.
               —Aquí —nos dijo—. Aquí vive. No es un hombre bueno.

               Nadie parecía apreciar a Ahmed.
               —¡Oh! ¿Por qué?
               —No pertenece al barrio —y tras aquellas misteriosas palabras, el muchacho se
           marchó.

               Junto a la puerta, una pequeña placa en la que se podía leer: «Ahmed Abd-er-
           Rasul.  Platero.  Antigüedades»,  y  debajo  había  una  cruz.  Se  veían  unas  pequeñas

           ventanas cuadradas protegidas por barras de hierro, que contenían un maravilloso par
           de jarras de plata, cuyas asas representaban unos dragones cuidadosamente tallados.
               —¡Qué  bonitas!  —El  entusiasmo  de  Henry  se  reflejaba  en  su  rostro—.  Estos
           dragones parecen casi chinos.

               —Entremos.
               Al pasar la puerta, sonó una pequeña campanita, pero nadie salió a recibirnos.

           Nos dejaban que curioseáramos a nuestras anchas, prueba evidente de que no había
           nada de valor en aquella estancia oscura y mal iluminada. Gruesas cortinas cubrían
           las ventanas así como la puerta que comunicaba con otra habitación. Por todas partes
           se veían vitrinas que contenían las «antigüedades» de reciente fabricación, y la capa

           de polvo en algunas de ellas era tan espesa que apenas se podía ver a través. En un
           extremo de la urna más larga había en el suelo una caja de cartón repleta de papiros.

           El de encima de todos estaba cubierto de una espesa capa de polvo. Henry le echó
           una ojeada.
               —¿Puedes leerlo?

               —No, está escrito en copto. Existen miles de papiros coptos en el mercado. Los
           antiguos monjes solían registrarlo todo.
               —¿Entonces, son genuinos?

               —Probablemente, aunque de poco valor. Serán listas de la lavandería de algún




                                         www.lectulandia.com - Página 81
   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86