Page 86 - Las ciudades de los muertos
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—¿Tiene alguna otra momia en venta o sabe dónde conseguir una?
—No, ahora no tengo ninguna. El té está fuerte. ¿Alguno de ustedes quiere
azúcar?
Henry se puso un poco. Había esperado que me ayudaría a presionar a Ahmed
para conseguir una segunda momia, pero permaneció allí sentado sorbiendo el té. De
improviso, el loro volvió a chillar.
—¡Imshi! ¡Imshi!
Henry se echó a reír.
—Está enamorado de su nombre.
—Sí —Ahmed decidió entrar ya en negocios—. ¿Qué precio consideraría usted
justo por las dos jarras?
Empezó el regateo. Henry tenía más habilidad de la que me esperaba. Titubeó,
encontró mellas en la mercancía, fingió perder su interés e ignoró las quejas y
protestas de Ahmed…, todo ello con bastante dominio. Al final, obtuvo el par por
doscientas libras egipcias. Una buena compra.
Ahmed también parecía contento.
—Mi hijo Dukh se alegrará de saber que un caballero como usted ha sabido
valorar su trabajo.
Larrimer se sintió halagado.
—Me gustaría mucho conocerlo y decírselo personalmente.
—Lo siento, pero no será posible. Sin embargo, le haré llegar sus elogios en
cuanto lo vea. Mientras tanto, caballeros… —se puso en pie y nos saludó con una
inclinación de cabeza, primero a Henry y luego a mí—. Les agradezco que hayan
visitado mi tienda.
Nos estaba despidiendo. No podía dejar que aquello sucediera.
—En cuanto a las momias, el señor Larrimer estaría dispuesto a pagar bien por
una segunda de ellas.
Ahmed observó a Henry.
—Eso es. Tener un par, si los vendajes hacen juego, es más valioso que tener una
sola.
—Ya veo —se quedó mirando al loro—. Por desgracia, tal como les he dicho,
sólo tenía la que vendí.
—Sin embargo, aunque sólo pudiera indicarnos dónde encontrar otra… —insistí
—. Tal vez podríamos llegar hasta el lugar de donde proceden.
—La obtuve de un vendedor anónimo, Carter bajá. Ya sabe usted lo difícil que es
tratar con ellos.
Era como un bofetón cariñoso.
—Sí, lo sé, pero a veces se les puede seguir la pista.
Ahmed se echó a reír.
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