Page 89 - Las ciudades de los muertos
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modestia. Esperé junto a la puerta ya que nunca me había gustado aquella sala. Henry
           caminó  por  entre  las  vitrinas,  leyendo  cada  uno  de  los  nombres  en  las  tarjetas:
           Tutmés, Seti, Amenhotep, Ramsés. Observaba cada uno de aquellos rostros muertos

           como  si  esperara  que  le  confiaran  algún  secreto.  La  luz  que  salía  de  una  de  las
           vitrinas se reflejó un instante en los ojos de Henry, espléndidos, tristes, bondadosos.
               Se detuvo largo rato delante de una de las vitrinas, pero no necesité preguntarle

           cuál era.
               —Nunca he oído hablar de este faraón —dijo—. Cuéntame cosas de él.
               —Sekenenre —lo único que podía ver en toda la sala era a Henry, inclinado sobre

           la vitrina del rey muerto—. Murió en una batalla, mientras ayudaba a expulsar a los
           hicsos del país. Fue asesinado con un hacha.
               Presionó con la mano el borde superior de la vitrina mientras acercaba todavía

           más el rostro.
               —Sí, se puede apreciar la herida que causó en el cráneo.

               Yo permanecía todavía en la puerta.
               —También se ve que murió entre grandes dolores.
               —¿No podían los embalsamadores hacer desaparecer el dolor de su rostro?
               —No, no podían hacerlo.

               Henry me observó por encima del hombro y luego volvió a concentrar su atención
           en la momia durante largo rato. Al final, salió de la sala.

               —¿Hay más momias en el sótano?
               —No  son  importantes  —mentí—.  Allí  sólo  se  almacenan  las  de  segunda
           categoría.
               —¡Oh!

               —Me gustaría subir a la biblioteca. ¿Te importaría pasear solo durante un rato?
               —No, en absoluto.

               Me encaminé hacia el despacho de Maspero, mas, como de costumbre, no estaba
           allí. Encontré el volumen adecuado de la Description de l’Egypte, lo cogí y busqué el
           grabado correspondiente a la pirámide de Atribis.
               Supongo que es poco honesto por mi parte haber manipulado a Henry de este

           modo.  Quiero  ir  al  delta  para  resolver  mis  asuntos,  por  las  momias.  Sin  embargo,
           Henry  quiere  fotografiar  pirámides  y  Atribis  es  un  lugar  tan  válido  como  otro

           cualquiera  para  empezar.  Entonces,  ¿por  qué  me  siento  un  poco  culpable?  Nunca
           podía explicarle mi motivación real.
               —Buenos días, Howard —Maspero había entrado justo detrás de mí.

               —¿Cómo está el Servicio de Antigüedades esta mañana?
               —Me  encuentro  bien  —se  echó  a  reír—.  Desgraciadamente,  lord  Cromer
           también. Ese hombre es peor que el demonio, nunca descansa. Ha ido a contratar a un

           arquitecto para reconstruir la mansión gubernamental, un árabe llamado el-Fendar, un




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