Page 93 - Las ciudades de los muertos
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raptos de niños en alguna zona del norte. ¿Cómo podía molestar a las autoridades con
un tema tan trivial como esas momias?
—¿Adónde se dirigió, Gastón? —no le quitaba la vista de encima.
Al final, asintió, resignado.
—A la estación de tren, concretamente al andén de las salidas hacia el norte.
Luego, mi hombre lo perdió entre la multitud.
—¿Qué trenes tenían prevista su salida?
—Había dos, ambos con destino a Alejandría: uno vía Benhà y el otro a través del
desierto occidental. Podía haber tomado cualquiera de los dos.
—Larrimer y yo saldremos en el tren de Benhà mañana por la noche.
Monsieur le Directeur me comprendió a la perfección, pero no sabía cómo
reaccionar y permaneció en silencio, fingiendo que examinaba el grabado.
Pero yo no daba por terminada la conversación.
—Vamos al delta, a Benhà.
—Sí —evitaba mirarme directamente a los ojos—. Hay algo desagradable en todo
este asunto —hablaba como para sí mismo—. Oficialmente me concierne, ya que es
parte de nuestras funciones el controlar el comercio de antigüedades, como ya sabes.
—Sí, tienes esa responsabilidad.
—Extraoficialmente, me consume la curiosidad.
—Sí.
Al final decidió mirarme.
—Mientras estés en el delta, haz todas las preguntas que puedas, hurga, indaga, a
ver qué puedes encontrar.
—Estaré trabajando en el proyecto de Larrimer —no quería ponérselo tan fácil.
—Si logras descubrir el origen de las momias, el Servicio te estará muy
agradecido.
De este modo quedó establecido nuestro acuerdo. Nos estrechamos las manos y
salí en busca de Henry, a quien encontré en la sala de las momias. Me lo llevé de
regreso al Shepheard.
Quiero recuperar mi trabajo. Sé que es una locura, porque recuperarlo significará
abandonar a Henry Larrimer y renunciar a sus diez mil dólares, pero por una razón u
otra quiero recuperar mi trabajo. El prestigio, el reconocimiento. Quiero que se me
considere valioso para Egipto.
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