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Techies

















        En la amplia historia de la Ensenada del Dragador, no hay ningún otro negocio
            más maldito que Demoliciones Techies. Pensándolo bien, la Ensenada del
         Dragador ya no existe. Ni Toterin. Ni tan siquiera Villa Tramposa. De hecho, si
           alguien investigara la historia de Demoliciones Techies notarían que poco
        después de la aparición de los Techies, las ciudades suelen desaparecer. Como
         todas las inevitables catástrofes que rodean a Techies, la erradicación de la
         Ensenada del Dragador comenzó con un invento. Con la tarea de diseñar una
           manera más segura de detonar explosivos en las minas bajo la ciudad, los
      prodigiosos Squee, Spleen y Spoon desarrollaron la creación más extraña hasta
           la fecha: un botón que, al ser pulsado, activaba un dispositivo lejano que
           encendía un detonador. Muy entusiasmados por probar su invento, el trío
        rellenó barril tras barril de explosivos de sal ígnea, llenando cada rincón de
        su diminuto taller con las nuevas bombas remotas que habían desarrollado. De
       este montón, cogieron una única carga y la enterraron en un campo muy lejano.
         Mientras se ocultaban en una zanja, Spleen presionó el botón detonador. Sin
       embargo, no ocurrió nada. Confuso, se levantó, volvió a presionar el botón una
       y otra vez hasta que, finalmente, una explosión provocó un agujero en el campo.
         Eufóricos, Squee y Spleen volvieron a casa justo cuando una onda masiva de
       sonido y fuerza los arrolló. Desconcertados y con pitidos en los oídos a causa
       de la inesperada explosión, lograron reunirse en la nube de polvo para ver unas
       ruinas humeantes en el lugar donde una vez estuvo su taller. Trozos de madera
       y piedra continuaban cayendo a medida que el inmenso cráter que tenían delante
       se iba haciendo más profundo y amplio. Toda la Ensenada del Dragador temblaba,
         y luego poco a poco empezó a caer en las minas subterráneas mientras todos
         sus residentes huían presa del pánico. Sentados en el borde de su casa, cada
          vez más hundida, Techies sonreían y hacían burlas, tan emocionados por las
            posibilidades que se olvidaron de la ira de sus antiguos vecinos. Sólo se
        preguntaban una cosa: ¿cómo podrían provocar una explosión aún más grande?
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