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          EL REALISMO MÁGICO EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD

          Características del realismo mágico
          Los siguientes elementos están presentes en muchas novelas del realismo mágico, pero no necesariamente todos
          se  presentan  en  las  novelas  y  también  otras  obras  pertenecientes  a  otros  géneros  pueden  presentar  algunas
          características similares:
            Contenido de elementos mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes como parte de la "normalidad".
            Elementos mágicos tal vez intuitivos, pero (por lo general) nunca explicados.
            Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.
            En  términos  de  espacio,  la  mayoría  se  ubica  en  los  niveles  más  duros  y  crudos  de  la  pobreza  y  marginalidad
            social, espacios donde la concepción mágica, mítica se hace presente.
            Los hechos son reales, pero tienen una connotación fantástica, ya que algunos no tienen explicación, o es muy
            improbable que ocurran.
            Se refiere a la novedad de los personajes irreales que siempre actúan sin actuar, es decir, que la capacidad del
            personaje se ve reflejada en cada letra de la novela.

          El realismo mágico abunda en la novela Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez, por lo que es una
          obra emblemática de esta corriente del siglo XX. Estos son algunos ejemplos:
            Aparición de muertos. Tras matar a Prudencio Aguilar en un duelo, su fantasma le persigue a José Arcadio.
            Melquíades también vuelve de la muerte en varias ocasiones (ve la sección sobre las pestes más abajo).
            Desaparición  de  Remedios,  la  bella.  Mientras  Remedios  le  ayuda  a  Fernanda  a  doblar  una  sábana,  Fernanda
            nota que está pálida y le pregunta si se siente bien. Remedios le contesta que nunca se había sentido mejor y de
            repente comienza a levitar con la sábana y se despide de Fernanda con la mano mientras se eleva al cielo.
            La larga vida de Úrsula y los augurios de su muerte. Muere con más de 100 años: "La última vez que la habían
            ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, le había calculado entre los
            ciento quince y los ciento veintidós años". Antes de fallecer, aparece una fila de luminosos discos anaranjados
            por el cielo, las rosas huelen a quenopodio y los garbanzos se caen al suelo en forma de estrella de mar.
            Pestes de insomnio y amnesia. Nadie en el pueblo puede conciliar el sueño por tanto tiempo que "se organizó la
            vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir".
            Pero luego llega la peste de amnesia y todos comienzan a olvidarse de las cosas, por lo que José Arcadio pone
            pequeños  letreros  por  toda  la  casa  para  recordar  los  nombres  de  objetos  básicos  como  mesa,  silla,  pared,
            cama, vaca, etc. El pueblo no se cura hasta que Melquíades se resucita de la muerte ("había regresado porque
            no pudo soportar la soledad") y trae una bebida que cura la peste.
            Pergaminos que levitan. Mientras Aureliano está en la cocina, cuatro niños traviesos entran en su cuarto para
            destruir los pergaminos, pero una "fuerza angélica" los levanta del suelo y los mantiene suspendidos en el aire
            hasta que regresa Aureliano.
            Invasión de mariposas amarillas. Preceden las apariciones de Mauricio Babilonia y hasta llegan a invadir la casa
            cuando Meme se cita con Mauricio a escondidas de Úrsula.
            Lluvia de flores. Cuando muere José Arcadio Buendía caen del cielo minúsculas flores amarillas. "Tantas flores
            cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con
            palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".
            Lluvia (casi) incesante. Llueve por cuatro años, once meses y dos días.

                                                Cien años de soledad (1967)
                                                        Fragmento
          Muchos  años  después,  frente  al  pelotón  de  fusilamiento,  el  coronel  Aureliano  Buendía  había  de  recordar  aquella
          tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro
          y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas,
          blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y
          para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos
          desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los
          nuevos inventos. Primero llevaron  el imán.  Un  gitano  corpulento de barba montaraz y  manos de gorrión,  que se
          presentó  con  el  nombre  de  Melquíades,  hizo  una  truculenta  demostración  pública  de  lo  que  él  mismo  llamaba  la
          octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y
          todo el mundo se espantó al ver que os calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las
          maderas  crujían  por  la  desesperación  de  los  clavos  y  los  tornillos  tratando  de  desenclavarse,  y  aún  los  objetos
          perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada
          turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. “Las cosas, tienen vida propia  –pregonaba el gitano con
          áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima”. José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba
          siempre  más  lejos  que  el  ingenio  de  la  naturaleza,  y  aún  más  allá  del  milagro  y  la  magia,  pensó  que  era  posible
          servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le
          previno: “Para eso no sirve”. Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así
          que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba
          con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. “Muy pronto ha
          de sobrarnos oro para empedrar la casa”, replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el
          acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de
          hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo
          XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme
          calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular
          la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre, con
          un rizo de mujer.

            Compendio                                                                                       -71-
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