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Historia Universal 4° Secundaria
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SEMANA
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EL IMPERIO BIZANTINO
El Imperio Bizantino nace al dividirse el Imperio Romano en el año 395 durante el gobierno de Teodosio.
Mientras en occidente algunos reinos bárbaros se fortalecían y el cristianismo extendía sus fronteras, en
Oriente surgen dos fuerzas imperiales: el Imperio Romano de Oriente - que se convirtió en Imperio Bizantino-
y el Islam que se expandió por Oriente hasta llegar a Occidente.
El Imperio Bizantino (395 - 1 453), es una nueva civilización resultado de la fusión de tres elementos: La
base romana, la cultura griega y la religión cristiana. La labor cultural del emperador Justiniano constituye
su mejor herencia a la humanidad.
La capital del Imperio fue Constantinopla, fundada por Constantino. Se constituyó en nudo de
comunicaciones comerciales terrestres y marítimas. Fue centro religioso, así como geográfico del Imperio.
Sus fronteras se extendieron desde el Danubio hasta la primera catarata del río Nilo; y desde el Reino Persa
hasta el Ilírico Occidental.
I. LOS PRIMEROS AÑOS DEL IMPERIO
La labor de los primeros emperadores de Oriente, Arcadio y Teodosio II, fue suficiente para restablecer
por completo el prestigio del Imperio.
Teodosio II desarrolló una hábil política diplomática con la que consiguió desviar a los bárbaros - visigodos,
hunos y ostrogodos - hacia el occidente. Mandó construir una gran muralla para asegurar la defensa de
Constantinopla. Fue un triple muro de seis kilómetros de longitud, con diez puertas y noventaiseis torres.
II. LA RELIGIÓN:
El cristianismo arraigó profundamente en el Imperio Bizantino. Se crearon cuatro patriarcados: Antioquía,
Alejandría, Jerusalén y Constantinopla, pero también surgieron herejías como el nestorianismo (428) que
negó el título de Madre de Dios a la Virgen María, llamándola solamente Madre de Cristo. Esto dio lugar al
Concilio de Efeso (431), donde se definió dogmáticamente la doctrina de la maternidad divina de María.
Otra herejía fue el monofisismo que postula que la única naturaleza de Cristo era la divina, no la humana.
En el año 457, el Concilio de Calcedonia definió el dogma de las dos naturalezas perfectas en la única
persona de Cristo: La divina y la humana. Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre.
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