Page 29 - LA ODISEA
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—Podías haber enviado primero tu nave —dice Leah imitando la voz de Ulises.
—Entonces estaríamos muertos. Y la historia que dices habría acabado. Mira, yo no quería
ir a la guerra, pero me obligaron. Ahora quiero volver a mi patria: y no me dejan. A menudo
en la vida tomamos decisiones que no nos gustan, pero es la única forma de seguir adelante,
admitir que no controlamos casi nada de lo que nos toca vivir.
—¡Pero qué tontería! ¡Claro que controlamos! ¡Yo controlo! ¡Tú controlas! ¡Él controla! —
dice Leah señalando al timonel—. Solo hay que estar convencido de ello.
—¿En serio? —pregunta jocoso—. La distancia de Ítaca a Troya es exactamente de un
mes y medio de navegación con cierta ayuda de los vientos. Eso fue lo que nos costó llegar.
Hace cinco años que vagamos por el océano, visitando islas inexploradas en las que convierten
a mis hombres en cerdos y cosas por el estilo. ¿De qué puede servir estar convencido de
nada? Yo puedo desear muchas cosas, pero si la voluntad de los dioses es negármelas, solo hay
una opción sabia: aceptarlo. No te engañes con ese poder de la adivinación que te ha concedido
Apolo, cuando se aburra de ti te lo quitará, lo he visto muchas veces.
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