Page 28 - LA ODISEA
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—Muy bien, niña. Ya veremos si has dicho la verdad. Está claro que el camino más corto
entre dos puntos es la línea recta.
Leah levanta la mano exaltada, para advertir a Ulises que en realidad, como aprendió
hace unos días en el colegio, el espacio puede plegarse y deformarse para llegar antes de un
punto a otro. Pero se calla cuando Ulises hace sonar cuernos muy ruidosos y desagradables
y menea los brazos desde la quilla del barco como si estuviera dirigiendo el tráfico marítimo.
Tres de sus barcos adelantan la nave que lleva a Leah y enfilan el camino «recto» cuando un
viento huracanado sopla con fuerza hercúlea y forma remolinos a lo largo del trayecto que
siguen los barcos. Un tentáculo colosal surge de las profundidades y se enrosca en el palo
mayor del primer barco, que reduce considerablemente su velocidad. Un remolino más se forma
cerca y entonces algo muy grande embiste contra el casco de madera del segundo barco, que
cruje y se desvía hacia la izquierda, cortando el camino al tercer barco que colisiona con gran
estruendo contra él.
Todos los marineros se mesan los cabellos y alguno se los arranca con gritos de dolor,
pero Ulises solo mira a Leah con media sonrisa en los labios. Entonces da la orden de avanzar y
solo el barco de Ulises seguido de los únicos cuatro que le quedan a la flota que salió de Ítaca
pasan entre los dos monstruos que parecen muy entretenidos masticando madera y marineros
a partes iguales.
—¿No les ayudas? —inquiere Leah, molesta.
—¿Cómo? Son monstruos contra los que el hombre no puede luchar. El destino es
inexorable, cuando te alcanza, te alcanza.
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