Page 24 - LA ODISEA
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sin cambiarse. Afortunadamente el olor a sal y a peces es tan fuerte que evita que pueda oler
al capitán. De pronto Leah se queda mirando fijamente al hombre que la observa boquiabierto y
parece caer en algo. Se da un manotazo en la frente, como cuando Arquímedes caía en algo im
portante, y grita:
—¡Te ha llamado Ulises! ¿Eres Ulises de Ítaca, el que llaman Odiseo?
—Así es, Oudeis me llamo. ¿Y tú por qué me conoces, pequeña?
—Si todo el mundo te conoce. No hay nadie en la Zarza Tostada que no sepa quién eres. Sales
en los libros de Homero.
—¿En los qué? ¿Homero? ¿Pero tú de qué hablas, pequeña bruja?
Ulises parece estar reconsiderando lo de tirarla al agua, y Leah habla con nerviosismo.
—Sí, sí… escucha. Un libro que habla de la guerra de Troya y cuenta que tú ganaste la guerra con
la treta del caballo. ¡Por eso te llaman «fecundo en ardides»!
Toda la tripulación reacciona como un solo hombre. Las carcajadas se podrían oír ahora mismo
en el monte Olimpo, pero Ulises no ríe demasiado; es más, a pesar de lo morenito que está se
ha puesto bastante rojo, un rojo cangrejo de río, tú me entiendes.
—¿Pero quién va contando esas chorradas? —gimotea Ulises—. Ganamos la guerra porque se
rindieron por hambre y aburrimiento.
Leah se queda pensando.
—Claaaarooo… Ya me parecía a mí. ¿Cómo iban a ser tan tontos los troyanos para dejar entrar
un caballo lleno de guerreros griegos?
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