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El motivo de consulta fue la presencia de petequias en boca y equi-  Desde aquel momento la llevo en mi corazón, la recuerdo con cariño
 mosis en miembros inferiores. Como antecedente, indica un diagnóstico   y admiración por ser una guerrera y su valentía infinita.
 de aplasia medular severa, en seguimiento con hematología pediátrica;   Esta vivencia me marcó y todos los días me lleva a reflexionar res-
 ante lo cual tenía que recibir su acostumbrada transfusión, previo examen   pecto a que el “simple” hecho de estar de pie todos los días es un milagro;
 de laboratorio. Como no la conocía, inicié la redacción de su historia clí-  que la vida es corta y en un suspiro puede terminar. Cada día es una nueva
 nica, mientras ella jugaba con un rompecabezas junto a la licenciada de   oportunidad para vivir intensamente y valorar quién soy, con amor propio
 enfermería, en la sala adyacente.
               reconociendo defectos y virtudes. Es vital apreciar todo lo que tengo al-
 Sus padres relataban que fue diagnosticada con dicha patología un   rededor y a quienes forman parte del viaje; y desde hoy, Usted que lee
 año atrás, posterior a infecciones bacterianas recurrentes y alzas térmicas   esto también lo es. La vida no se trata de coleccionar momentos, sino de
 de difícil  manejo, motivos  por los cuales  tuvieron  que interrumpir  su   que cada instante sea considerado como un logro diario y un homenaje
 educación, así como mantener aislamiento, con el miedo constante de   constante; por lo tanto, cada día al despertar, estreno una nueva ilusión
 que al salir pueda contraer alguna patología subyacente pese a toda la   con una actitud inoxidable. Lo invito a hacer lo mismo.
 prevención; así, con quebranto en su voz, refirieron que su vida cambió
 drásticamente al recibir la noticia, después de la incesante visita a mu-
 chos facultativos. Me es imposible olvidar cuando su madre, con mirada   Autora: Md. Claudia Vásquez
 afligida, me dijo: “¿No sé por qué a mi hija?”, ya que al escuchar aquella
 frase se me rompió el corazón.
 Me puse en su lugar, al menos lo imaginé, y la duda es brutal. ¿Qué
 pueden sentir ellos como padres, lo propio su hija, al estar sujetos a re-
 iteradas  hospitalizaciones,  distanciamiento  de los amigos,  actividades
 recreativas de la niña, etc.? Una niña sin poder vivir la vida que le corres-
 ponde a su edad. Continué con la indagación y el cuadro se profundizó:
 Rosario es única hija y no disponen de recursos económicos suficientes
 para el seguimiento de la enfermedad; es más complicado de lo que pa-
 rece, ya que una vez al mes viajan a Quito, desde Cuenca, para el control
 con la Hematóloga Pediatra, dado que allá no existen especialistas en esta
 rama. Están a la espera de conseguir un trasplante de médula ósea, ante lo
 que el padre se somete a estudios de compatibilidad. En ese instante, por
 un segundo, sus miradas cambiaron de angustia a esperanza y sosiego,
 soñando en renacer como el Ave Fénix.
 Posteriormente, el examen físico. Me conmovió verla de aspecto ca-
 quéctico, y ante el cuadro descrito en párrafos anteriores, procedí con
 el ingreso a sala de observación para la canalización de vía periférica
 y toma de muestras, las mismas que reportaron Pancitopenia; en con-
 secuencia, transfusión. Al entrar al lugar, Rosario se mostraba irritable,
 apagada y le dijo a su padre: “Papá, ya estoy cansada, ya no quiero,
 por favor ya no”. Fue otro momento desgarrador y lapidario para todos,
 surgiéndome otra pregunta existencial: ¿Cuánto sufrimiento hay en esta
 familia y cuándo terminará? La licenciada, con su carisma y paciencia, la
 calmó para iniciar el período de observación de seis horas. Sí, son pocas,
 pero en esas condiciones son una eternidad.
 Al final, recibió el alta. Fue gratificante verla, luego de todo, alegre y
 optimista pese a lo acontecido ese día y su complicada cotidianidad.
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