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RIESGO LABORAL
Aún recuerdo como si fuera ayer, aquel episodio que me tocó vivir,
el mismo que no era ajeno a mi realidad laboral, ya que, al ser médico
residente, las funciones que me correspondía desempeñar a nivel hospita-
lario incluían varias actividades que, de una u otra forma, traían consigo
la posibilidad de sufrir un quebranto en la salud.
Hace varios años ya, durante el internado rotativo, junto a los com-
pañeros fui testigo de un sinnúmero de accidentes laborales, pero nunca
imaginé cuan devastado podría sentirse alguien al sufrir una situación de
este tipo, hasta que me sucedió.
El caso es que había una paciente hospitalizada, quien tenía plani-
ficada una cirugía con la anticipación pertinente, debido a factores de
riesgo. Se cumplió con la programación establecida para su intervención
con posterior cuidado postoperatorio; sin embargo, dada su personalidad
y forma de ser, sin cumplir el tiempo requerido de recuperación, solicitó
el alta para abandonar el hospital por decisión propia, lo que siempre será
riesgoso en casos muy serios como el de ella.
Como era de esperarse, ante la interrupción del proceso de convale-
cencia, se complicó su estado de salud en el domicilio, motivo por el cual
tuvo que regresar al hospital, justo el día que estuve como único residente
a cargo del hospital, de acuerdo con el turno establecido. Para rematar,
era fin de semana, entonces no contaba ni con especialistas trabajando
en el lugar, y tampoco con los compañeros de laboratorio e imagen, por
ejemplo, ya que a ellos se accede solamente vía llamada previa, lo cual,
por obviedad, implica mayor tiempo de espera en el procesamiento de
cada caso requerido o solicitado.
Con estos antecedentes, la prueba de laboratorio se iba a demorar; sin
embargo, una vez obtenidos los resultados de esta, observé que la señora
había dado positivo para una enfermedad infectocontagiosa, lo que se
traducía en alto riesgo para la cirugía la que estaba próxima a ingresar.
Menos mal, para ella, el procedimiento se realizó sin inconvenientes,
cumpliendo todos los pasos de esterilización de equipos, instrumental,
etc.; De manera especial, con la atención centrada a la aguja utilizada en
la sutura de la herida respectiva. Sobre el final, sentí un pinchazo en el
pulpejo de un dedo, al manipular la pinza quirúrgica; fue con el diente
de ella. De urgencia me revisé las manos, notando que el guante se había
roto, y dentro del pedazo que todavía tenía puesto, había mucha sangre.
No tenía dolor, lo que era bueno, pero la inseguridad se apoderaba de mi
ser, dado el previo conocimiento de los resultados de aquella prueba de
laboratorio.
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