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ella el parto, al tener la experiencia relacionada con este tipo de evento;               madre de familia.
            molesta me respondió: “¡Qué! ¿No sabe?, ¡Pensé que era Médico!” En                          La comadrona, para rematar, se atribuyó el nacimiento del bebé, men-
            realidad, no sabía si estaba sobre el ring de box o en sala de parto, pues                cionando que el agua que le había dado de beber le ayudó a que nazca rá-
            todas estaban molestas.                                                                   pido, tanto que, para reafirmar su creencia, buscando aprobación me dijo
               Sin alternativa alguna, tenía que hacerlo. Claro, finalmente me había                  en voz alta: “¿Cierto doctor que estas agüitas ayudan?” Por supuesto no
            preparado para esto…pero no de pie. Pedí al Ser Supremo su guía e ilu-                    le respondí, dado que sabía que aquel líquido hizo sufrir más a la madre
            minación para que todo salga bien de inicio a fin; entonces, me arrodillé                 durante el parto, entendiendo que era parte de la tradición. Así que, con
            para observar el progreso del trabajo de parto y encontré que la dilata-                  una sonrisa de cansancio y satisfacción, me retiré de la sala de partos a
            ción ya era de ocho centímetros, aproximadamente. Dato adicional, era                     lavarme y cambiarme.
            el primer hijo de la señora, motivo por el cuál tomaría más tiempo el                       Llego el amanecer entre el papeleo respectivo, el control a los pro-
            alumbramiento, mientras la otra mujer le daba de tomar algún líquido,                     tagonistas, y las conversaciones con las compañeras ante esta peculiar
            que parecía agua aromática. Decidí no preguntar nada más; sin embargo,                    experiencia. Fue un turno bastante pesado y lo único que deseaba era
            después de haber injerido la bebida, el dolor de la paciente aumentó, al                  llegar a dormir en casa. Entregué el turno al compañero, le comenté todo
            igual que los gritos que acompañaban cada contracción, sin que la di-                     lo que había pasado, con lujo de detalles, quien riendo a carcajadas me
            latación continúe. Sin entender lo que pasaba, rompí el silencio y dije:                  dijo: “Así son los turnos aquí”. Con esa respuesta no me quedó más que
            “¿Qué le dieron de tomar?” Al unísono la respuesta fue: “Agua de hoja                     respirar y entender que el trabajo iba a ser diferente a lo acostumbrado.
            de higo”. Había escuchado que aquella sustancia alteraba las contrac-
            ciones, así como el latido cardiaco del feto. En ese momento entendí que                    Mi primer turno no fue lo que esperé, ya que tuve todo lo que podía
            venían momentos difíciles y me preparé para enfrentar esa situación.                      haberse presentado en una sola noche. Y claro, cada turno presentó, y
                                                                                                      presentará experiencias nuevas, de las cuales hay mucho por aprender.
               O sea, estaba claro de que el parto, en esencia, sería igual a todo lo                 Comprendí que la medicina tradicional puede combinarse con las cul-
            aprendido, con diferentes posiciones y condiciones, por lo que mi en-                     turas de la región; y que, pese a cualquier criterio que cada médico tenga,
            foque estaba en cómo hacer para que el recién nacido no se me caiga de                    siempre habrá que respetar las preferencias y decisiones de los pacientes.
            las manos al salir, y se estaba demorando. Pasó una hora desde que inició
            la labor y estábamos en el mismo punto, con la acompañante, además de
            preocupada, indicándole ejercicios en los barandales y la pelota, los que                                          Autor: Md. Pablo Andrés Salamea Avilés
            tampoco hacían efecto para los fines pertinentes. Yo angustiado, pedí un
            rastreo de latido cardiaco fetal y confirmé que estaba alterado, entonces
            no había tiempo para más experimentos; de tal manera, pedí a la señora
            que se acueste en la cama, del piso, para no afectar las costumbres, con
            el fin de atender el parto de la manera médica tradicional. Estábamos en
            mi cancha.
               Salió la cabeza del bebé, avanzábamos, pero tenía el cordón umbilical
            alrededor del cuello; lo retiré, salieron los hombros y después el cuerpo.
            Lo que pasaba por mi mente en esos momentos era: “¡Gracias Dios!”
            Pero el recién nacido estaba flácido y de coloración morada, las cosas
            no habían terminado. La compañera se lo llevó para el manejo inicial
            del recién nacido, de acuerdo con los protocolos establecidos, mientras
            yo esperaba que salga la placenta. Le dije: “Señora por favor necesito
            que haga un último pujo para que ya se acabe todo”.  Entre desespera-
            ción y cansancio expulsó la placenta y preguntó: “¿Cómo está mi bebé?
            ¡Quiero verlo!”. Al tiempo, la doctora le practicaba estimulación y posi-
            cionamiento al recién nacido, quien paso a paso se recuperó para llegar a
            la normalidad requerida.  Todo lo demás estuvo en orden con la flamante

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