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la fase de primeros auxilios pediátricos con todos los nervios y tensión                                    EL ÚLTIMO DESEO
            del caso, ante las firmes miradas de los presentes en la habitación. En mi-
            nutos que parecieron siglos, ante los pasos dados, el recién nacido lloró y
            sus signos vitales mostraron valores dentro de los límites normales. ¡Qué                   Trabajar en urgencia no es una tarea fácil y más aún si es una jornada
            alivio!                                                                                   de veinticuatro horas, e implica estar preparada para atender cualquier

               Salvé una vida, y la sensación es inexplicable, no hay palabras que                    situación que se presente, puesto que ellas no se programan, no aparecen
            alcancen a describir ese choque de emociones que viví en el momento,                      en el orden del día, solo suceden.
            el mismo que involucró sonrisas, abrazos de los familiares, palabras de                     Nunca hay dos turnos iguales. Da lo mismo si es lunes, viernes, fe-
            agradecimiento y un fenomenal estrechón de manos con la compañera,                        riado o festivo porque alguien siempre está allí, sea para atención en la
            en  señal  de  felicitación y mutuo  reconocimiento ante  el  trabajo  reali-             madrugada, o esperando entrar a una consulta a la hora asignada para tal
            zado, demostrando seguridad durante el proceso. El siguiente paso era                     efecto. En este caso, hay quienes no tienen inconveniente en esperar el
            comentar a los parientes sobre la situación del recién nacido e indicarles                tiempo que sea necesario para resolver las dudas de sus padecimientos.
            que la criatura necesitaba, obligatoriamente, atención especializada en el                  Y claro, en cada guardia se viven innumerables historias, pero a dife-
            hospital.  Nuevamente a negociar lo que debería ser una obligación, pero
            esta vez, pese a la negativa inicial, todos accedieron a que se cumpla con                rencia de los cuentos, no todas terminan con un final feliz, y son estas las
                                                                                                      que dejan huella y permiten apreciar cada minuto del día como si fuera
            el traslado de los protagonistas de esta historia. El desenlace transcurrió
            conforme a lo esperado.                                                                   el último.
                                                                                                        Recuerdo aquella noche de abril. Disfrutaba del aroma y sabor de un
               Fue un turno eterno, lleno de sentimientos encontrados, pero la sa-
            tisfacción del deber cumplido al haber salvado dos vidas, en esas con-                    café, acompañada del eco de mis propios pensamientos, en un turno al
            diciones, no tiene precio. Ratifiqué la enorme responsabilidad que pesa                   que le faltaba menos de la mitad para terminar, y que, de manera muy
                                                                                                      extraña, transcurría sin dificultades, sin esa dosis de adrenalina o estrés
            sobre mis hombros, al haber elegido este camino, el cual transitaré de
            manera firme, aprendiendo todo el tiempo, sirviendo a quien lo necesite                   que suele haber en emergencia.
            donde quiera que se encuentre.                                                              Sin embargo, ese silencio era el preludio de algo inesperado, ya que,
                                                                                                      en menos de cinco minutos, todo cambió. Ingresaron desconocidos pro-
                                                                                                      vocando un gran alboroto,  gritando desesperados y creando una gran
                                    Autor: Md. Juan Fernando Pupiales Paucar                          confusión; todos hablaban al mismo tiempo, sin poder conocer el afán
                                                                                                      de la atención.
                                                                                                        Traté de actuar con normalidad mientras intentaba entender los he-
                                                                                                      chos del momento, con hombres de terno y mujeres con vestidos de corte,
                                                                                                      ante lo que deduje que venían de una gran celebración, aun sin conocer el
                                                                                                      motivo de su asistencia. Entre ellos apareció una mujer joven vestida de
                                                                                                      blanco, desesperada, angustiada, sin poder explicar su infortunio, acom-
                                                                                                      pañada de su contemporáneo esposo.

                                                                                                        Gritaba su angustia, pregonaba su desaliento, compartía su pena. Ella
                                                                                                      dijo: “Mi padre se desvaneció en mis brazos”, consecuencia de un pro-
                                                                                                      fundo y asfixiante dolor en el pecho que no lo dejaba hablar, ni moverse,
                                                                                                      mientras bailaban el primer vals de la noche. De repente se esparce la
                                                                                                      multitud, y desvío mi atención a aquel señor, adulto mayor, tendido en
                                                                                                      la camilla de emergencia, frío e inmóvil, sin la luz en sus ojos o aliento
                                                                                                      de vida, sin una oportunidad de ser reanimado, porque el tiempo no fue
                                                                                                      su aliado.
                                                                                                        A continuación, era el momento de comunicar el fatal desenlace a

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