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AL BORDE DE LA PSICOSIS
Justo antes de terminar la carrera de Medicina es necesario realizar
el Internado Rotativo, en el que ocurren las más diversas circunstancias
imaginables: anécdotas, logros, fracasos, “metidas de pata”, etc. En-
tonces, este relato corresponde a uno de tantos que guardo, y siempre lo
recuerdo porque además de que me cambió la vida, también ratificó el
camino de lo que quería hacer el resto de los días, y ahora lo comparto
en estas líneas.
El primer servicio era medicina interna, y tuve la oportunidad de rotar
por varias de sus especialidades. La mayoría experimenta la alegre sen-
sación de acercarse a la obtención del título, que parece inverosímil, pero
¡qué va!, porque la misma se acaba al momento de entrar en el ritmo de
trabajo, encarar las dificultades, y lo terrible que resulta si no se lo hace
bien, sea desde llenar una receta o buscar el laboratorio, hasta luchar
contra la “mala jerarquía”; suena espantoso, pero existe, y todos quienes
han transcurrido este camino lo saben.
Cursaba la tercera semana, psiquiatría era el área del momento, la
misma que no es del agrado de muchos y que a mi llegó a agradarme
al final; ahí empieza una de mis anécdotas de internado. Cierta ocasión
ingresó un paciente joven, descompensado, con diagnóstico de Esquizo-
frenia Paranoide vs. Catatónica, y estuvo allí varios días. Pese a recibir
medicación combinada, ninguna tuvo el efecto clínico ansiado, motivo
por el que los especialistas consideraron que debía referirse a otro nivel
para resolver el caso, incluyendo Terapia Electro convulsiva. Entonces,
en un día posturno, después de haber pasado más de veinticuatro horas,
extenuada, las autoridades tomaron la decisión de que yo acompañe al
paciente durante dicho procedimiento, lo cual resultó terrorífico por va-
rias cosas, y con la única indicación de que le inyecte diazepam en caso
de emergencia o crisis, sabiendo que nada le había hecho efecto antes. Al
ser interna, no podía negarme a cumplir con lo ordenado.
Sabía que no sería fácil. En la ambulancia mencioné que observé
su comportamiento, con las crisis del caso, durante varios días y no fue
agradable. Durante las cuatro horas, aproximadamente, que tomó el viaje
hasta llegar al hospital de referencia, el hombre tuvo una cantidad de
alucinaciones auditivas y visuales, además de cantar al revés algo que pa-
recían ser temas religiosos y repetir más de una vez que veía al demonio.
Parecía una película de terror y cualquiera podría pensar que era una po-
sesión demoniaca; menos mal, soy escéptica al respecto. Para completar
el cuadro, el joven fue transportado en sujeción mecánica, la cual solo
cubría sus extremidades de manera distal, para evitar ataques.
Lo admito, si no me hubieran formado con la ideología de que se tra-
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