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EL QUE NO OYE CONSEJO NO LLEGA A
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                  Recuerdo esta particular  anécdota porque fue una experiencia  de
               mucho aprendizaje, en relación con el vínculo médico-paciente y la ética
               profesional.
                  Era un turno como todos los que había vivido en el área de emer-
               gencia del hospital; de repente, en la noche, llegó una mujer de veintiséis
               años, profesional, escoltada por la policía, solicitando atención, y poste-
               rior certificado, respecto a una agresión física sufrida momentos atrás.
               Resulta que un adulto mayor había estado discutiendo con el hermano de
 Autora: Dra. Esp. Angélica María Mera Reyna  la chica, lo que se transformó en riña, ante lo cual ella decidió intervenir
 Doctora en Medicina y Especialista en Medicina General Integral  para separarlos, momento en que recibió una palmada, o golpe, en el
               pecho, de parte del ahora agresor.
                  Escuché toda la historia sobre la agresión e insultos que recibió, de
               una manera muy atenta y empática; de verdad, me daba pena verla llorar
               lo que me puso a pensar sobre la cantidad de agresiones físicas, y de otro
               tipo, que las mujeres viven a diario en nuestro país. Como es normal, la
               examiné físicamente y observé que solo había eritema en la piel, en el
               lugar donde recibió el impacto, sin encontrar lesión alguna en otras partes
               de su cuerpo.
                  Finalicé llenando la hoja de atención, en la que especifiqué el examen
               físico realizado y le entregué el certificado. ¿Por qué lo cuento? Lo hago
               con el fin de evidenciar que las apariencias engañan, para que se entienda
               todo lo que viene a continuación, pues no terminó allí.
                  Pasaron los días y me llegó una notificación de parte de las autori-
               dades competentes, solicitando mi presencia en el juzgado, para testificar
               en la audiencia en contra del señor. Por supuesto estaba presto para con-
               currir, dado que tenía claro todo lo que escuché, así como lo que revisé
               y valoré en la atención médica. Lo curioso es que el día anterior a la
               presentación del caso, me visitó la abogada de la chica, pidiéndome que
               colabore en la resolución del caso, centrando mi argumento médico en
               que la agresión fue contra una mujer y que eso es inaceptable de cual-
               quier manera que haya sucedido. Me limité a responder que hablaría con
               la verdad, nada más.
                  Llegó el momento, todos presentes a la hora citada, situación que es
               fundamental en los temas legales, y empezó la audiencia de formulación
               de cargos. Me quedé atónito, sorprendido, sin palabras, al escuchar el
               testimonio de la agredida, el mismo que no coincidía ni en una coma con
               el que me contó aquella noche. Se puso peor cuando su abogada mostró
               al juez unas fotos que evidenciaban laceraciones sangrantes en el pecho
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