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EL EXPLOSIVO DE MI ÚLTIMA GUARDIA.
Empezaba mi última guardia como interno rotativo de medicina en el
servicio de neonatología. Mi deber consistía en brindar la adecuada aten-
ción en quirófano, y posterior, a los recién nacidos del hospital.
Aparentaba ser un turno normal. Durante la mañana recibí un niño,
completé todo el procedimiento, así como el trámite administrativo res-
pectivo, y procedí a almorzar. Al volver, empezó la historia.
Mi compañera, quien se encontraba en el área de emergencia, me
llamó por teléfono llorando a decirme que la Policía Nacional, ante una
amenaza de bomba, restringió el ingreso de personas a las dependencias,
aun siendo funcionarios de la Institución.
No le di importancia, puesto que el deber llamaba de manera inme-
diata, ante lo que ingresé a sala de partos a recibir a una niña. Todo se
logró sin complicaciones, menos mal. Al salir para cumplir con el pa-
peleo requerido, el teléfono volvió a sonar, siendo esta vez mi hermano
mayor quien se encontraba del otro lado de la línea. Él me pidió que esté
tranquilo, confirmándome la ame-
naza de bomba en el hospital.
Acto siguiente, alerté a una de
las licenciadas del área para que
guardara la calma; sin embargo, en
cuestión de minutos todos quienes
estábamos en el quirófano ya sa-
bíamos de la situación y el ánimo
empezó a alterarse entre los pre-
sentes. Me acerqué al jefe de quiró-
fano y me confirmó lo que sucedía,
Por lo tanto, solicité que coloquen,
de urgencia, a mi último neonato la
manilla de identificación en caso
de que se presente el caos.
Poco después, los coordina-
dores de los diferentes servicios
iniciaron la evacuación. En el
grupo de mensajes de texto que
teníamos los internos, se nos in-
formó que solo estábamos cuatro
en el hospital, de los catorce a
los que nos correspondía estar de
turno, puesto que las universidades
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