Page 10 - Mandrágora Revista Digital Abril 2022
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mo jamás volver a probar tortillas de maíz y, para completar el pacto, dejó de comer
higos con queso. Le llega desde el balcón el olor mezclado de hierbas aromáticas, la
menta, la manzanilla y la hierba luisa.
De a poco le costaba recordar el nombre de los suyos, empezó a vivir de recuerdos, y
aunque le diagnosticaron la enfermedad de los que olvidan, se adueñó del superpoder
de viajar al pasado, y situarse exactamente al lado de quienes ya no estaban. Su Clara
desconocía su casa, el perro, la vecina, y los hijos, pero tenía muy presente la vez
que conoció el río, los abrazos de su tía, y el zapateo conjunto a su primer beso.
Disputándose a puño limpio con el mismo destino, clavó cientos de cuadros en las
paredes de su casa, con fotos de sus años buenos. Las fotografías atiborradas sobre
las mesas servían de retaguardia. La batalla daba inicio. Cada mañana le mostraba
imágenes de perfectos extraños. Ella sonreía con agrado y se burlaba de la foto de un
niño desnudo agarrándose el pene. Aunque se le aguaban los ojos cuando llegaban a
la fotografía de una pareja de jóvenes, que sentados sobre lo que parecía un monte,
se miraban de reojo.
La cama compartida durante ochenta y pico de años. La angustia ahora ocupa su
lugar y no le deja dormir en paz. Le atormenta la silueta que aparece cada noche
antes de dormir. Se planta de frente con la sonrisa eterna. Se despide de él tirando un
gracias como quien te guiña con recelo. Fue entonces cuando supo que el lado
derecho estará por siempre vacío. Que a pesar de las muchas velas que le ponga cada
noche, ni las mil oraciones que le ruega a la virgen; los suspiros nocturnos, ni el
calorcito de su espalda se volverán a sentir.
Ahora guarda su memoria con el cuidado propio de un sobreprotector. Mira lo que
parece ser un paso de cumbia grabado en un segundo, le dieron ganas de tomar un
trago. No le basta con cerrar los ojos, ahora las madrugadas escoltan fielmente su
pesar, y el desvelo es su acólito fiel. Le dieron ganas de bailar, como lo hacía en las
fiestas de carnaval, como cuando el blanco y negro todavía estaba de moda.
Descubrió con ella el secreto de la felicidad, juntos se hicieron uno sobre las duelas,
y los tacones marcaban el compás de lo que parecía ser un san juan.
Dale tres copas de anisado y te hablará de los muchos errores que cometió, dale dos
más y llorará, dale una más y te contará de Clara Elisa.
Por Santiago Nicolalde