Page 344 - ANTOLOGÍA POÉTICA
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BIOGRAFÍA

                  Claudio  Rodríguez  fue  un  poeta  español.  Perteneciente  a  la  Generación  del  50,  su
                  poesía, que se caracterizó por su original manera de expresarse y su intensa lírica, tiene
                  en común con la de otros poetas de su momento el uso de un lenguaje coloquial y cierta
                  tendencia  al  realismo;  según  palabras  de  su  compañero, José  Hierro,  la  poesía  es  "la
                  realidad  misma  con  magia,  ya  que  transforma  los  objetos  cotidianos  en  símbolos
                  trascendentes".  Su  lirismo,  marcado  por  la  meditación  en  torno  a  la  naturaleza  y  el
                  paisaje castellanos, nunca se dejó afectar por las modas ni las tendencias de la época.
                  Claudio nació en Zamora el 30 de enero de 1934, es el mayor de cuatro hermanos y su
                  vida  estuvo  llena  de  adversidades  que  con  mucha  fuerza  y  disciplina  sobrepaso.  Su
                  estadía en la finca de su abuela en sus primeros años influyo en la manera espectacular
                  de escribir bellos poemas. El 23 de marzo de 1947 murió su padre y este suceso en su
                  vida lo marco para luego inspirarse a la hora de escribir. A lo largo de su vida demostró
                  que no solo su excelente desempeño era en la poesía sino que fue un excelente profesor
                  universitario de literatura. Fue educado en la universidad de salamanca donde hizo sus
                  primeros estudios y más tarde pasó a ser profesor de esta. Murió en Madrid el 22 de
                  julio de 1999




                  Clávame con tus ojos esa nube


                  Clávame con tus ojos esa nube
                  y esta esperanza de hombre que me queda.
                  ¿Por dónde yo si estaba en la alameda
                  de tus ojos mintiendo cuando estuve?

                  Disciplina de todo lo que sube.
                  De lo que mira y ve, mientras se enreda
                  su triste agilidad, como en la rueda
                  de tus campos del cielo que no anduve.


                  Y es por seguir cegueras sin mancilla
                  por lo que tanta bruma nos separa
                  y hace del resplandor su maravilla,

                  su clavel mudo. ¡Y qué ajenos al daño
                  después, cuando tus ojos son la clara
                  locura de no verme siempre extraño!




                  Hilando


                  Tanta serenidad es ya dolor.
                  Junto a la luz del aire
                  la camisa ya es música, y está recién lavada,
                  aclarada,
                  bien ceñida al escorzo
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