Page 95 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
de furor placentero» y no tengan otro fin que «llegar en su placer hasta el final». En el mundo,
aunque no sea normal sí es al menos habitual y admitido por la tradición que haya anormales:
también puede haberlos en un mundo en el que todo sea anormal. Pero yo me inclino más
bien a creer que si un Kapo, un jefe de bloque o un Lagerältester llegaban a este extremo,
obedecían a móviles ligados a complejos más accesibles: el deseo de venganza, el afán de
agradar a los amos que les habían confiado un puesto selecto, el deseo de conservarlo a
cualquier precio, etc. Incluso añado que, si bien maltrataban, se abstenían de provocar la
muerte de un hombre, lo cual era susceptible de atraerles molestias con la S.S., al menos en
Buchenwald y Dora.
A pesar de esta explicación, hay que perdonar a Martin-Chauffier por haber citado
también dos hechos cuyo carácter criminal no puede ser considerado en modo alguno como
resultante de la «puesta en práctica de un plan concertado en las altas esferas».
«Semanalmente, el Kapo del Revier pasaba reconocimiento (de lo que no
entendía nada), examinaba las hojas de temperatura cuyos márgenes estaban
cubiertos de observaciones en torno a un diagnóstico inquietante, y miraba a los
enfermos: si sus cabezas no le agradaban, les declaraba aptos para abandonar el
Revier, cualquiera que fuese su estado. El médico procuraba anticiparse o inclinar
su decisión, que era difícil de prever, pues el Kapo, que tenía impresiones en lugar
de ciencia, además era un lunático.» (Página 185.)
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Y también:
«La corriente de aire polar, y el aseo obligatorio con el torso desnudo, eran
medidas de higiene. Cada procedimiento de destrucción se cubría así de una
impostura sanitaria. Este se reveló de los más eficaces. Todos los que sufrían de
alguna enfermedad en el pecho fueron arrebatados por ella en pocos días.» (Página
192.)
Nada obligaba al Kapo a adoptar este comportamiento ni a los Stubendienst, Kalfaktor
y Pfleger ( ) del Revier a formar esta corriente de aire polar o hacer pasar al lavabo, con el
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torso desnudo, agua fría y sin distinción, a los infelices confiados a su tutela.
Ellos lo hacían sin embargo con el propósito de agradar a la S.S., que lo ignoraba la
mayoría de las veces, y con el fin de conservar un puesto que les salvaba la vida.
Hubiera sido deseable que Martin-Chauffier hubiese dirigido su acusación contra ellos
con tanto vigor como lo hace contra la la S.S., o que por lo menos hubiese repartido
equitativamente las responsabilidades.
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Jefes de cuarto, ayudantes y enfermeros.
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