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Vidura dijo:
—Oí todo esto de camino al bosque de Kamyaka, donde están ahora.
La narración de Vidura había acabado. Como había dicho Maitreya, esta historia que
indicaba el poder de Bhima, hizo que el rey se quedara pensativo y temeroso.
Capítulo III
EL JURAMENTO DE KRISHNA
RISHNA fue al bosque de Kamyaka a ver a los pandavas. Con él fueron: Dhrish-
K tadyumna, Dhrishtaketu, el rey de los chedis y los hermanos Kekaya, famosos en
el mundo entero por su bravura. Con Krishna fueron todos los héroes de la casa de
los Vrishnis. Estaban conmovidos, al ver la condición de los pandavas y de su reina.
Después de que todos se hubieran sentado alrededor de Yudhisthira, Krishna dijo:
—La tierra está sedienta de sangre y ella será quien se beberá la sangre de esos
pecadores: Duryodhana, Radheya, Sakuni y Dussasana. Al igual que todos nosotros,
los reyes del mundo entero están sorprendidos por lo que ha ocurrido. Yudhisthira, no
tienes que quedarte en el bosque sólo porque ellos te lo han pedido. No fue un juego
limpio, ni tampoco fue correcto de su parte imponerte esta condición. Pongámonos todos
en marcha contra la ciudad de Hastinapura. He traído conmigo a mi ejército y también lo
han hecho estos héroes. Toda la región de Bharatavarsha está de vuestro lado. Podemos
vencer a los kurus fácilmente.
Yudhisthira dijo:
—No, Krishna. He hecho algo mal y este exilio es mi expiación por ello. Tengo que
pasar por esto y conmigo también mis hermanos y mi amada reina. Inevitablemente
tendré que sufrir por lo que hice. Daría cualquier cosa por retroceder al pasado y
enmendarlo. Pero no puedo. El destino es inexorable, tengo que sufrir por mis acciones.
El gran Vyasa me predijo esta desafortunada etapa cuando estaba en Indraprastha. Por
favor perdóname Krishna, pero tengo que rehusar tu ofrecimiento.
Luego Yudhisthira se sentó en silencio. Krishna estaba terriblemente enfadado con
los kurus. Estaba tan airado como Rudra (Shiva) en la época de la destrucción de los
asuras. Arjuna trató de pacificar a su querido amigo y suavizar la expresión de enfado
que afeaba la encantadora cara de Krishna. Krishna le dijo a Yudhisthira:
Tu vida y la mía están atadas la una a la otra. Tú eres mío y yo soy tuyo. Nos
pertenecemos el uno al otro. Nadie te puede separar de mí. Aquellos que te aman, son
los que me aman a mí y tus enemigos son los míos. No descansaré hasta que destruya a
mis enemigos. Si no ahora, dado que te inclinas por seguir las condiciones al pie de la
letra, perecerán más adelante. Pero eso es sólo cuestión de tiempo. Haré que esta tierra