Page 276 - Mahabharata
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               en Radheya, el cual le habló tan cruelmente a Draupadi el día del juego de dados.
               Yudhisthira estaba incluso más impaciente que los otros, su cuerpo ardía día y noche

               como si tuviera fiebre. Les había estado pidiendo a Bhima y Draupadi que tuvieran
               paciencia durante todos estos años, mientras ellos le acusaban de no tener reparos por
               su infelicidad, y que era un extraño kshatrya; demasiado compasivo y paciente. Pero
               no sabían, ni nunca pudieron suponer lo difícil que le era controlar sus sentimientos y
               seguir el rígido código que se había impuesto a sí mismo; el camino del Dharma. Este
               camino no era fácil en absoluto, era la cosa más difícil de seguir. La severa restricción
               que Yudhisthira se impuso a sí mismo estaba tratando de romper sus ataduras; sufría y
               además en silencio. No permitía que nadie viera su dolor y su infelicidad.
                   Así pasaron los últimos meses de su exilio. Su agitación creció tanto que de nuevo
               quiso un cambio, así que de nuevo volvió con los otros al agradable bosque de Dwaita-
               vana.


                                                       Capítulo XXII
                                              EL LAGO DE LA MUERTE


                    NA vez, mientras los pandavas vivían en Dwaitavana, cuando sólo les quedaban
               U unos pocos meses de estancia, llegó un brahmín, apelando a Yudhisthira. Le dijo
               que había entrado un ciervo en su choza y se había llevado el Arani, que eran los palos
               que usaba para encender fuego. El ritual diario era frotarlos y de esta forma hacer que
               el fuego prendiera; ninguna casa debía quedarse sin él, ya que el fuego que brotaba de
               esos palos tenía que ser adorado cada día. El brahmín estaba frenético y preocupado
               por esta calamidad y pidió a los cinco hermanos que siguieran al ciervo y rescataran los
               palos de los cuernos del ciervo, en los que se habían atascado. Los pandavas salieron
               inmediatamente en persecución del ciervo, lo siguieron hasta muy lejos, pero, de pronto,
               desapareció de su vista. No sabían qué hacer y Yudhisthira se sentía contrariado porque
               no podía complacer al brahmín. Deprimidos y fatigados, con hambre y sed, se sentaron
               bajo la sombra de un gran árbol. Todos se sentían muy tristes. Sentados bajo la sombra
               de una higuera trataron de encontrar la razón de aquella calamidad; ya que para ellos
               era una calamidad no poder satisfacer a un brahmín. Nakula dijo:
                   —Mi señor, en nuestra raza nunca nos hemos apartado del camino del Dharma,
               entonces ¿por qué nos ha sucedido esto? Yudhisthira dijo:

                   —Mi querido hijo, ¿no sabes que cuando las calamidades caen sobre alguien siempre
               vienen en tropel y nunca una a una? Lo único que se puede hacer es soportarlas. No nos
               corresponde a nosotros buscar los motivos que hay detrás de estos acontecimientos. Nos
               vienen y tenemos que soportarlos.
                   Bhima dijo:
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