Page 314 - Mahabharata
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               y luego le contó a la reina todo lo que había ocurrido. Le dijo—: No me preocupa, ahora
               mis maridos lo saben todo y muy pronto matarán a tu hermano.

                   Sudeshna la dejó y se fue con su corazón lleno de temor por la vida de su hermano.

                   Draupadi se sentó allí sola sin saber por cuánto tiempo. Sólo sentía una cosa: odio.
               Odiaba a Kichaka y decidió que tenía que morir. Que se hubiera atrevido a mirarla era ya
               suficiente insulto: tenía que morir. Draupadi se convirtió en una llama que consumiría a
               Kichaka. No comía ni dormía y se pasó las horas pensando en ello, hasta que por fin,
               decidió lo que debía hacer.
                   Esa noche, cuando todos se habían ido a dormir, Draupadi se levantó de su cama y
               caminó con pasos firmes hacia el lugar donde dormía Bhima, entrando en su dormitorio.
               Bhima estaba dormido y Draupadi se dirigió hacia él y se sentó a su lado contemplándole
               durante mucho tiempo. Por fin, despertó a Bhima de sus sueños y él se incorporó, Drau-
               padi le habló con una voz tan dulce como las notas de la vina, y mirándole amorosamente
               le dijo:

                   —Bhima, mi querido Bhima, ¿cómo puedes dormir mientras yo paso los días y las
               noches sufriendo? ¿Tienes tú también un corazón tan duro como el de tu hermano?
               ¿Cómo puedes dormir mientras Kichaka está vivo? ¿Cómo puedes dejarme sufrir y
               dormir como si no hubiera pasado nada? Tú eres la única persona a la que puedo apelar;
               Bhima, por favor, hazme feliz.

                   Bhima le dijo:
                   —Es una imprudencia que vengas aquí, si alguien te viera sentada en mi cama, sería
               la ruina de tu reputación y la mía. No deberías haber venido aquí. Dime rápido para qué
               has venido y márchate antes de que nadie descubra nuestras relaciones.

                   Draupadi permaneció en silencio durante un rato y luego de repente comenzó a
               hablar, diciéndole a Bhima cómo la había estado acosando Kichaka. Le contó todo.
                   Él escuchó toda la historia, mientras ella continuaba diciendo:

                   —Tú estabas allí, en la corte, y oíste cómo habló Yudhisthira, ¿cómo puedo ir a pedirle
               ayuda a él? No le tengo respeto porque él no se respeta a sí mismo, ni tiene sentimientos.
               Sólo sabe jugar a los dados, no sabe hacer nada más. Tú siempre has hecho todo lo que
               he querido que hicieras porque me amas; sólo puedo apelar a ti, no puedo dirigirme a
               nadie más. No podré comer ni dormir hasta que Kichaka muera, no puedo pedírselo a
               Yudhisthira, ni tampoco a nuestro Arjuna. Y Nakula y Shadeva obedecen ciegamente a su
               hermano. Nunca harán nada que contraríe a Yudhisthira. Sólo tú te atreves a desafiarle
               para complacerme. Me he dirigido a ti para pedirte ayuda; he sufrido mucho durante los
               últimos meses, nunca hasta ahora le he hecho servicios domésticos a nadie, pero ahora
               tengo que hacer pasta de perfumes para el rey y la reina. Mira mis manos, acuérdate
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