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1.1 ¿Cómo aprendemos lo que hacemos?

                       El proceso de formación de una agrupación musical como “La Farsa” no obede-
               ce únicamente a un proceso formal o institucional, sino que se construye a partir de la

               práctica misma, del ensayo constante, del error, del encuentro con otros y del diálogo
               colectivo. Esta forma de aprender está profundamente vinculada con el empirismo y

               responde a lo que Dewey (1998) denomina una “experiencia educativa significativa”, es

               decir, aquella que se construye a partir de la interacción entre el sujeto y su entorno, y
               que transforma tanto al individuo como a la situación vivida.

                       En el caso de La Farsa, los aprendizajes colectivos no responden a una lógica
               escolarizada ni a una estructura jerárquica de enseñanza, sino que emergen del en-

               cuentro cotidiano entre músicos, actores y gestores. Esta dinámica puede comprenderse

               mejor desde la teoría de las comunidades de práctica de Wenger (2001), según la cual
               aprender no es recibir información, sino participar en una práctica social compartida.

               La comunidad no se define únicamente por el resultado que obtiene, sino por la manera

               en que sus integrantes negocian significados, construyen identidades y desarrollan un
               repertorio de saberes comunes.

                       La banda funciona, en este sentido, como una comunidad de práctica donde la

               empresa conjunta es la creación artística autogestionada; el compromiso mutuo se ex-
               presa en la colaboración horizontal, la toma colectiva de decisiones y la redistribución

               de roles; y el repertorio compartido se manifiesta en los códigos musicales, estéticos y
               narrativos que constituyen la identidad del grupo. Desde este marco, los ensayos, las

               producciones y los debates internos son también procesos pedagógicos: espacios donde

               el cuerpo, la voz y la memoria se ponen en juego como fuentes de conocimiento.
                       Esta forma de aprendizaje que no sigue una linealidad se nutre del aprendizaje

               colaborativo, que se entiende como un proceso en el que los integrantes de una agrupa-
               ción comparten conocimientos previos, exploran juntos nuevas posibilidades y constru-

               yen sentido desde el quehacer artístico como lo plantea Johnson (1999). Cada miembro

               de “La Farsa” aporta desde sus saberes específicos (musicales, teatrales, técnicos) y des-
               de su experiencia para resolver problemáticas estéticas, comunicativas o logísticas. Es

               así como el ensayo se convierte en un aula, el escenario en un laboratorio y el conflicto

               en una oportunidad pedagógica.
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