Page 10 - MANOA VR Escenarios Inmersivos
P. 10
1.1 ¿Cómo aprendemos lo que hacemos?
El proceso de formación de una agrupación musical como “La Farsa” no obede-
ce únicamente a un proceso formal o institucional, sino que se construye a partir de la
práctica misma, del ensayo constante, del error, del encuentro con otros y del diálogo
colectivo. Esta forma de aprender está profundamente vinculada con el empirismo y
responde a lo que Dewey (1998) denomina una “experiencia educativa significativa”, es
decir, aquella que se construye a partir de la interacción entre el sujeto y su entorno, y
que transforma tanto al individuo como a la situación vivida.
En el caso de La Farsa, los aprendizajes colectivos no responden a una lógica
escolarizada ni a una estructura jerárquica de enseñanza, sino que emergen del en-
cuentro cotidiano entre músicos, actores y gestores. Esta dinámica puede comprenderse
mejor desde la teoría de las comunidades de práctica de Wenger (2001), según la cual
aprender no es recibir información, sino participar en una práctica social compartida.
La comunidad no se define únicamente por el resultado que obtiene, sino por la manera
en que sus integrantes negocian significados, construyen identidades y desarrollan un
repertorio de saberes comunes.
La banda funciona, en este sentido, como una comunidad de práctica donde la
empresa conjunta es la creación artística autogestionada; el compromiso mutuo se ex-
presa en la colaboración horizontal, la toma colectiva de decisiones y la redistribución
de roles; y el repertorio compartido se manifiesta en los códigos musicales, estéticos y
narrativos que constituyen la identidad del grupo. Desde este marco, los ensayos, las
producciones y los debates internos son también procesos pedagógicos: espacios donde
el cuerpo, la voz y la memoria se ponen en juego como fuentes de conocimiento.
Esta forma de aprendizaje que no sigue una linealidad se nutre del aprendizaje
colaborativo, que se entiende como un proceso en el que los integrantes de una agrupa-
ción comparten conocimientos previos, exploran juntos nuevas posibilidades y constru-
yen sentido desde el quehacer artístico como lo plantea Johnson (1999). Cada miembro
de “La Farsa” aporta desde sus saberes específicos (musicales, teatrales, técnicos) y des-
de su experiencia para resolver problemáticas estéticas, comunicativas o logísticas. Es
así como el ensayo se convierte en un aula, el escenario en un laboratorio y el conflicto
en una oportunidad pedagógica.

