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cómo se constituyen a sí mismos en símbolos de religiosidad e
identidad mexicana.
El Maguey pertenece a la familia de Agavaceae y tiene su
origen en la agricultura entre 8000 y 12000 a. C. México
es reconocido como uno de los seis o siete centros de
origen, domesticación y diversificación de especies vegetales
fundamentales para la subsistencia humana (Ramírez et al.
2001). Según los informes de la FAO (2006), más del 10 por
ciento de las 128 especies vegetales se han domesticado en
México, muchas especies aún se cosechan después de haber
sido beneficiadas por el ambiente. México tiene la mayor
especie de magueyes, con 205, y 151 son endémicas. Las
regiones mexicanas más ricas, según su especie, son Oaxaca,
Chihuahua, Sonora, Durango y Jalisco.
Los registros que se han fundado en estas plantas datan del
siglo XVII, en el Codex. Tres obras principales, para el estudio 5
de estas especies ya utilizadas por los antiguos mexicanos,
son ampliamente conocidas (Pico y Nuez 2000): el Códice
Florentino, de Fray Bernardino de Sahagún; Historia Natural
de Nueva España, de Francisco Hernández y Libellus de
Medicinalibus Indorum Herbis, de Martín de la Cruz,
originalmente escrito en náhuatl y traducido al latín por Juan
Badiano, esto se conoce como Códice De la Cruz-Badiano.
Los idiomas de nuestros ancestros nombraron estas plantas en
náhuatl como metl o mexcametl; en P’urepecha como tocamba
y, Hñahñü como guada. Los nombres están relacionados con
los beneficios que estas plantas ya han dado. Cuando los
españoles llegaron a México, los llamaron Maguey, palabra
adoptada en su camino a través de las Antillas en el siglo XVI.
Agave desde el griego “admirable” o “noble” sería su
nombre científico, acuñado por el naturalista sueco Carl von
Linneo, en su obra Species Plantarum, en el año de 1753.