Page 30 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         —Pero la verdad es que usted debe estar cansado. Su
                  alcoba está preparada, y mañana podrá dormir tanto como
                  desee. Estaré ausente hasta el atardecer, así que ¡duerma bien,
                  y dulces sueños!—.
                         Con una cortés inclinación, él mismo me abrió la puerta
                  que comunicaba con el cuarto octogonal, y entró en mi dormito
                  rio.
                         Estoy desconcertado. Dudo, temo, pienso cosas extra
                  ñas, y yo mismo no me atrevo a confesarme a mi propia alma.
                  ¡Que Dios me proteja, aunque sólo sea por amor a mis seres
                  queridos!.



                         7de mayo. Es otra vez temprano por la mañana, pero he
                  descansado bien las últimas 24 horas. Dormí hasta muy tarde,
                  entrado el día. Cuando me hube vestido, entré al cuarto donde
                  habíamos cenado la noche anterior y encontré un desayuno frío
                  que estaba servido, con el café caliente debido a que la cafetera
                  había sido colocada sobre la hornalla. Sobre la mesa había una
                  tarjeta en la cual estaba escrito lo siguiente:
                         "Tengo que ausentarme un tiempo.
                         No me espere. D."
                         Me senté y disfruté de una buena comida. Cuando hube
                  terminado, busqué una campanilla, para hacerles saber a los
                  sirvientes que ya había terminado, pero no pude encontrar nin
                  guna. Ciertamente en la casa hay algunas deficiencias raras,
                  especialmente si se consideran las extraordinarias muestras de
                  opulencia que me rodean. El servicio de la mesa es de oro, y tan
                  bellamente labrado que debe ser de un valor inmenso. Las corti
                  nas y los forros de las sillas y los sofás, y los cobertores de mi
                  cama, son de las más costosas y bellas telas, y deben haber
                  sido de un valor fabuloso cuando las hicieron, pues parecen
                  tener varios cientos de años, aunque se encuentran todavía en
                  buen estado.
                         Vi algo parecido a ellas en Hampton Court, pero aquellas
                  estaban usadas y rasgadas por las polillas. Pero todavía en nin
                  gún cuarto he encontrado un espejo. Ni siquiera hay un espejo
                  de mano en mi mesa, y para poder afeitarme o peinarme me vi
                  obligado a sacar mi pequeño espejo de mi maleta. Todavía no
                  he visto tampoco a ningún sirviente por ningún lado, ni he escu
                  chado ningún otro ruido cerca del castillo, excepto el aullido de



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