Page 258 - Velasco y la independencia nacional
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VELASCO Y LA INDEPENDENCIA NACIONAL • La RevoLución continúa
nos a construir con orgullo un gran país. Esto hace del suyo,
comprensiblemente, un recuerdo muy potente.
Hubo entonces, en Velasco y su gobierno, una voluntad de mantener la correspondencia entre el discurso, el progra- ma y su ejecución práctica; entre el temperamento político y, llamémosle así, la materialidad en el ejercicio del poder estatal, que es infrecuente en nuestra historia plagada de in- consistencias, incoherencias y francas traiciones. Antes de Velasco, el liberalismo auroral de la República se había dilui- do no solo en su propia candidez, sino sobre todo en su con- dición de estandarte de casta asentado sobre las estructuras coloniales supérstites. La articulación burocrática del Estado castillista tuvo mecanismos bastante inconfesables –el patri- monialismo, las clientelas, la corrupción- como para plas- marlos en un cuerpo doctrinario o programático transparen- te. Tal vez el civilismo originario, pluriclasista, republicano y democratizante, fue la primera excepción a este oscurecido panorama, pero varias de sus banderas fueron arriadas in- cluso antes de la guerra con Chile. A despecho de las mon- toneras populares que lo auparon, Piérola echó las bases de la República Aristocrática y del segundo civilismo, racista, conservador y despótico. Un brevísimo y tumultuoso parén- tesis se abrió con Billinghurst que gobernó por y para los tra- bajadores urbanos, pero su base social fue tan radical como incipiente, y no tuvo manera de sostenerlo. La prolongación en seguida de una democracia reñida con las mayorías o de tiranías de esa misma estirpe, de una república sin ciudada- nos, de formas burguesas con entrañas feudales y coloniales, se saldó con la acostumbrada represión de los movimientos campesinos y obreros, y la persecución despiadada de apris- tas y comunistas. Surcábamos el siglo XX sin poder atender las deudas con la historia que la generación del centenario –Mariátegui, Haya, Zulen-, heredera de González Prada, en su hora había denunciado y que impelían, cuando menos,
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