Page 293 - Velasco y la independencia nacional
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En Busca de la Constitución Peruana: Cuatro Tesis, y Algunas Reformas Posibles • Luis Manuel Sánchez
aprobó otra carta constitucional, y a continuación se siguie- ron escribiendo otros textos a la medida de las maniobras de legitimación de los gobiernos. Fueron ellos, los caudillos militares y civiles que se alternaron a lo largo del siglo XIX, los que improvisaron la costumbre banal de identificar la Constitución con un papel escrito, terminando por creer que la Constitución puede escribirse a voluntad del gobernante y logrando que esa perversión se vuelva norma.
En el siglo XX llegaron los constitucionalistas y siguie- ron haciendo lo mismo. Redundaron en la reescritura de la Constitución, alegando esta vez estrictas razones de carácter doctrinario. El deporte de cambiar de constitución a pedido del gobernante de turno se siguió practicando, en 1920, en 1933, en 1979, en 1993, hasta hacer que la Constitución sea confundida con una ley ordinaria que cualquier gobernador advenedizo puede cambiar con relativa facilidad.
Se había supuesto que la Constitución de 1979 sería el comienzo de un constitucionalismo peruano más leal con la historia nacional, pero enseguida llegaron los ilustrados de Chicago, Yale, Michigan, la mayoría de ellos economistas, sin que falten abogados, que hicieron el sensacional descu- brimiento de que lo importante para el derecho no es tanto la justicia ni la moralidad, sino la “eficiencia” y el crecimiento del dinero. Convencieron entonces al presidente de turno de la conveniencia de cambiar la Constitución, y así se hizo en 1992. La Constitución volvió a ser tratada como un papel es- crito y se reescribió a pedido de los interesados que en este caso fueron los grandes inversionistas extranjeros.23
23 Pocos intelectuales se atrevieron a cuestionar la legitimidad del texto del 93. Destacan Alberto Borea Odría, o Enrique Soto León Velarde en Arequipa, que llamaron al texto “documento constitucional”. La gran mayoría de constitucionalista guardaron un silencio que no puede llamarse cómplice, pero le hace flaco favor a la defensa del verdadero sentido de una constitución.
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