Page 109 - mica2
P. 109
INFELICIDAD
Según le había dicho su padre, el granjero, había empezado a clavar clavos en la
puerta de su habitación. Uno por cada vez que hería a alguien, pero se sentía muy
cargado. Cuando un día se dio cuenta que la puerta estaba llena de clavos, pensó:
¿Y ahora qué hago?
Entonces fue y le dijo a su padre:
No quiero vivir con la puerta llena de clavos porque un día la puerta no se va a
abrir más, un día la puerta se va a terminar por romper.
Entonces el padre le dijo:
Algunas veces se puede reparar, algunas veces las heridas se pueden cerrar, así
que hijo te sugiero que cada vez que hieras a alguien, clavés un clavo, pero cada vez
que intentas reparar el daño, cada vez que pidas perdón, cada vez que hagas algo en
compensación, cada vez que compenses ese error, cada vez que te des cuenta que
reparaste ese error andá y sacá el clavo.
Herida que ocacionás clavo que pones, reparación que haces clavo que sacas.
Entonces al chico le encantó esa idea de poder reparar, le encantó la idea de poder
deshacer los clavos de la puerta que estaban más en su corazón que en la puerta, así
que cada vez que el chico hería a alguien lo primero que hacía era ir a la puerta y cla-
var un clavo y cada vez que enmendaba el error que era perdonado, cuando intentaba
corregir el error tomaba una tenaza y quitaba un clavo.
Y calló en la cuenta que poco a poco empezó a pedirle perdón a todos, poco a poco
empezaba a reparar y en cada reparación sacaba un clavo hasta que en un momento
determinado quedó solamente un clavo, solamente uno, aquel que de alguna manera
había sido el clavo más profundo, el más grueso de todos, el que más le molestaba, el
más doloroso, el que más había herido y sacarlo le costó mucho trabajo pero al final
haciendo mucha fuerza, en realidad dejando muchas cosas propias tomó coraje para
reparar y lo sacó.
Fue al padre y le dijo:
Papá estoy muy contento, vení a ver mi puerta, no tiene más clavos ¿Ves? Mirá,
pude sacarlos todos, pude reparar todo.
109