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Así es, le dijo el padre, claro que si, por suerte ya no hay ningún clavo y eso
es muy bueno.
Sin embargo, vení, dijo, acercáte un poquito y mirá la puerta, es cierto, los
clavos no están más sin embargo los agujeros que los clavos dejaron siguen
estando en la puerta.
Quiero que sepas hijo mío que cuando dañás a alguien, aunque saqués el
clavo, aunque repares la herida, aunque enmiendes el error, aunque todo de
lejos parezca “como si nada”, hay algo que quedó.
Podés usar tu vida para rellenar los agujeros, podes dedicar tu vida para no
volver a clavarlos o podés usar esos agujeros como el recuerdo de aquello que
no vale la pena hacer porque dañan a esta puerta, porque dañan a ese vínculo,
porque daña a esa relación, pero sobre todo porque has aprendido a anticiparte
al agujero y no al clavo, decidiendo antes .
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