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LA CRISIS


                             Este cuento habla de un señor que era el portero de un prostíbulo. Era el portero del prostíbulo por-
                         que no había en el pueblo nada que fuera menor que el prostíbulo. El era analfabeto. Era el hijo del
                         portero anterior del prostíbulo, que a su vez era el hijo del anterior portero del prostíbulo. Así como el
                         prostíbulo pasaba de mano en mano pasaba también la portería, pasaba de padres a hijos.
                             Un día, el dueño del prostíbulo, un joven que había heredado el negocio le dijo al portero que tenía
                         que llevar un registro de cuántas personas entraban, una pequeña estadística o encuesta de cosas que
                         pasaban, preguntarles como se sentían, si la habían pasado bien, qué cosas habría que cambiar, etc.

                             El portero le dijo:

                             Bueno... a mi me gustaría poder hacer eso, pero yo no sé ni leer ni escribir
                             Ahh... lamentablemente, dijo el dueño del prostíbulo yo no puedo tomar a otra persona para que
                         haga ese trabajo, así que, lamentablemente lo voy a tener que despedir.
                             No... No... escuchemé ¿Como que me va a despedir? Si yo... Si mi padre... mi abuelo... Su padre y el
                         padre de su padre…
                             Eso está todo bien, pero si usted no sabe ni leer ni escribir se va a tener que ir, le vamos a pagar una
                         indemnización, claro, pero lo vamos a despedir.
                             Le pagaron la indemnización y por supuesto lo echaron, el hombre no sabía que hacer, nunca había
                         hecho otra cosa, absolutamente ninguna otra cosa en la vida, era analfabeto y no conocía ningún oficio.

                             Como no sabía qué hacer se le ocurrió que podría provisoriamente reparar algunos muebles, cosa que
                         hacía en el prostíbulo cada vez que una cama o un ropero se rompía y como no tenía herramientas viajó dos
                         días hasta el pueblo más cercano para comprar algunas herramientas que le permitieran hacer el trabajo.

                             De vuelta con su caja de herramientas nuevas, en la que había gastado parte de la indemnización, se
                         encontró con un vecino que le dijo:

                             Uy... vecino, ya que lo veo con las herramientas ¿No me prestaría un martillo?
                             No... vea... yo lo necesito para trabajar, por que me quedé sin trabajo.

                             Y dice el vecino:
                             Lo que ocurre es que necesito un martillo y no tengo tiempo de irme dos días al pueblo para comprar
                         uno, porque yo si tengo trabajo.
                             Si... bueno.... pero yo no puedo prestárselo.

                             Entonces el vecino le dijo:
                             ¿Porque no hacemos una cosa? Si usted me lo vende yo le pago el valor del martillo y le pago sus dos
                         días de trabajo, luego usted va y se compra otro. Total ¿qué le cuesta?
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