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Somos un solo planeta en casa

busca de piezas para reparar nuestra nave y así salir
de este desolado y árido mundo; pero siempre con

el temor de ser víctimas de la radiación, de sentir lo
que ningún humano ha experimentado antes a

causa de un guante roto o una máscara dañada. Yo,
Sergio, soy uno de los que día tras día salen a
desafiar a la muerte con la esperanza de encontrar

algo útil para mi gente.

Hoy iremos al norte a una base militar abandonada
marcada en un mapa un tanto peculiar que está a
unos kilómetros de acá y de donde esperamos

encontrar comida, medicamentos, piezas o lo que
sea útil para nuestro viaje. En camino a la base, noto
que cuanto más nos acercamos a nuestro destino,

más aumenta la densidad y nubosidad en el
ambiente. Cuando llegamos nos dimos cuenta de un
gran muro que la rodeaba, quizá fue utilizado para

mantener afuera a los sobrevivientes de la
explosión. Con picos y taladros luego de unas horas,

hicimos un hueco y nos adentramos en la
edificación. En efecto, había unas cuantas piezas y
unas latas de comida, pero lo que nos llamó la

atención fueron unas cartas en la oficina del oficial
al mando. Estas hablaban de una ciudad donde el
hambre, el dolor y la pena no existían, donde la

radiación no era un problema y la vida surgía como
nunca, pero todo con una condición, entregar toda
la confianza en la gente de la Ciudad de Lux.

Los tres estábamos emocionados por aquella

ciudad, ya que estaba cerca en comparación de
Initium y no estaríamos solos. Tan pronto volvimos

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