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También es el origen de una gran variedad de
bosques y herbazales, alrededor de los cuales se
desarrolla una importante diversidad biológica que
comparte espacio con la agricultura de
subsistencia, los cultivos de café de sombrío y la
ganadería (Waldron et al., 2016).
El piedemonte ofrece áreas con alto valor para la
conservación, y su vegetación natural funciona
como un corredor biológico con las sabanas. Las
especies que allí habitan participan en procesos de
polinización y dispersión de semillas, así como en la
prevención de inundaciones y deslizamientos
(Waldron et al., 2016).
Asociados a los ríos crecen, formando un brazo de
vegetación, los bosques riparios: corredores naturales de
árboles frondosos e imponentes, especialmente
adaptados a regímenes de disturbio natural, que
conectan el piedemonte con las sabanas.
Al transportar sedimentos, brindar refugio a la fauna y
controlar el microclima de los cuerpos de agua, y al
abastecer de recursos a los habitantes de la zona, estos
ecosistemas surcan los Llanos como arterias de vida
(Montaña et al., 1998). Bosques, herbazales y vegetación
secundaria se enlazan con ríos, caños, esteros y
morichales a lo largo y ancho de las sabanas de la
Orinoquia. Los periodos secos y de lluvias producen
cambios drásticos en estos ecosistemas y en su fauna
asociada: mientras en las épocas de sequía se
encuentran pocas especies adaptadas a estas
condiciones, las lluvias favorecen la reproducción, la
alimentación y el refugio de mamíferos, aves migratorias,
anfibios y reptiles. A su vez, esta dinámica de
inundaciones promueve actividades productivas tales
como el cultivo de arroz y la ganadería (Rivera et al.,
2005).
La tierra como laboratorio para el desarrollo de
conocimiento como lugar de origen y paisajes que nos
dan sentido de pertenencia de disfrute espiritual,
recreativo y estético, valorar la Biodiversidad es
indispensable entonces para que las civilizaciones
humanas tengan un futuro a largo plazo.