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Así, las actividades significativas de las mujeres en el campo científico han sido
invisibilizadas, en razón de la discriminación de género permitiéndoles, en el mejor
de los casos, actividades con el título de “asistentes”, contribuyendo así de manera
anónima a las actividades y prestigio de sus esposos o profesores. Sin embargo, es
patente la invisibilidad de las mujeres en los registros y acervos documentales de
la historia científica.
Podemos concluir de la lectura que el acceso de las mujeres a la educación superior
no constituye una garantía ni para la conclusión de los estudios, ni para la obtención
de un grado y, desde la perspectiva productiva, tampoco garantiza su inserción en el
mercado de trabajo, situaciones todas que reflejan, por una parte, las desventajas en
las que se encuentran las mujeres y, por la otra, el costo para el país en su conjunto
por no contar con sus aportaciones.
Vale la pena destacar varias preguntas planteadas por las autoras, sobre las cuales
el lector o la lectora deberán reflexionar: ¿cuáles son las alternativas para vencer
la barrera entre el trabajo doméstico y el remunerado? ¿Cómo cubrir la ausencia
de modelos, estímulos y motivación en las actividades de investigación científica y
desarrollo tecnológico? ¿Cómo evaluar las diferencias en la valoración que hom-
bres y mujeres hacen de su profesión y cómo modificar los propios conceptos de
la mujer que hace que muchas de ellas tienden aún a elegir preponderantemente
aquellas carreras que resultan ser una prolongación de las actividades que tradicio-
nalmente han desempeñado sus antecesoras, madres o tutoras?
Carlos Arturo Campos Nava
Dirección General Adjunta de Equidad de Género
Secretaría de Salud, México.
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