Page 137 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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POR primera vez en mi vida no tuve que aguantar una horrible plática antes de
               encontrarme con Daniel. Llegué a su casa cerca de las cinco de la tarde, y a esa
               hora su papá todavía no regresaba de contar tornillos; Luisa dormía
               plácidamente sobre la mecedora con un Chismes y Maledicencias en el regazo;

               Florencia y Juanita escuchaban La hora de los novios, en una especie de ping-
               pong de suspiros: si la canción hablaba de amores casi perdidos, Florencia
               suspiraba; si la canción hablaba de amores por los que no quedaba
               absolutamente nada que hacer, entonces era Juanita la que dejaba escapar el
               suspiro. En cambio, si la canción hablaba de amores felices, las jóvenes parecían
               decepcionadas, preferían no escuchar la melodía y se ponían a platicar.


               Todo era paz en aquella hora de la tarde.


               Levité hasta la recámara de Daniel y lo encontré escribiendo algo en un pequeño
               pizarrón. Adivinando mi presencia me dijo sin voltear:


               —Sobre mi cama está el libro.

               Y en efecto, sobre la cama descansaba un ejemplar de La flecha certera de
               Cupido o cómo conseguir pareja en treinta días. La horrible portada café

               mostraba la silueta de unos novios abrazados, y detrás se veía el atardecer más
               cursi de la historia.

               —Yo también te traje algo para leer.


               —¿Un libro? —preguntó Daniel emocionado, dejando de escribir en el pizarrón.


               —Bueno, no exactamente, pero casi —dije mientras le entregaba unas cuantas
               hojas engrapadas—; es el prólogo de Fantasmagoría fácil, una obra que te
               servirá de guía de estudio.


               Daniel no pudo esperar a que la clase comenzara, me arrebató las hojas y
               empezó a leerlas. Fue entonces cuando me di cuenta de que el pequeño había
               convertido su cuarto en un mini salón de clases: frente al pizarrón había un
               pupitre; también colocó un escritorio con todo y manzana para el profesor e

               incluso instaló cerca de la puerta una horrible chicharra. En el pizarrón estaba
               escrito “Sé tu mism”.

               —¿Qué quiere decir “Sé tú mism”? —pregunté intrigado.
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