Page 183 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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—Hoy puse doscientos setenta y cinco sellos diferentes a lo largo del día —dijo
Javier a manera de saludo al llegar a casa.
—Debes de estar exhausto —respondió Luisa.
—Exhausto sí, pero con la tranquilidad del deber cumplido.
—¡Qué bueno que te fue bien!
—Y eso que las reservas de mi felicidad están en el punto más bajo de los
últimos meses.
—Pero ¿por qué, mi Mirrifláis?
—Ando enfermo, ya sabes. Creo que mi cuerpo no rentabiliza la inversión que
hago en él.
—Pero ¿qué sientes?, ¿qué te duele?
—Me duele la mano, no aguanto la muñeca. —Si pusiste doscientos setenta y
cinco sellos, es lógico que te duela la muñeca.
—No, yo tengo algo. Seguro.
—Por fin terminé Mil cabezas de cruz —dijo Luisa cambiando radicalmente de
tema para tranquilizar un poco a su esposo—, ¿por qué no subes a verlo en lo
que yo termino la merienda? Está en el estudio. Ya verás que frente al Gran Arte
tus dolencias desaparecerán.
Y entonces Javier dirigió sus hipocondríacos pasos hacia la pintura en cuestión.
“Con que mil cabezas de cruz”, expresó Javier para sí mismo cuando estuvo
frente al cuadro. “Vamos a ver si es cierto. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis,
muy bien, siete, ocho, nueve, diez, once, doce…”
Y entonces se puso a contar una por una las cabezas de tornillo representadas en
la pintura de Luisa.
Setecientas cuarenta cabezas después habría de suceder una escena francamente