Page 189 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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—Setecientas cuarenta y siete, setecientas cuarenta y ocho, setecientas cuarenta
y ¡aaaaaaaaaaay!, ¡caraaaaaaay! ¡Luisa, ¿qué hace Francisco dentro de tu
cuadro?! —gritó Javier antes de caer desvanecido.
El grito despertó a Daniel, que de inmediato abandonó el fondo de la pintura;
logró salir un segundo antes de que Luisa entrara al estudio.
—¿Pero qué pasó, hijo?
—No sé, cuando llegué ya estaba tirado.
Y aunque en primera instancia puede parecer una cruel mentira, quizá la
respuesta de Daniel fue la más sensata que pudo dar (ni modo de contestar
“Estaba dentro del cuadro y, al verme allí, papá se desmayó de la impresión”).
En fin, después de un rato, ayudado por un algodón impregnado de alcohol,
Javier regresó del desmayo.
—Ya lo ves, Luisa, el incremento de mi enfermedad ha tenido un repunte
considerable. Ahora sufro alucinaciones.
—Cálmate, debe de ser tanta presión en el trabajo.
—Sí, papá, no es nada —dijo Daniel, sintiéndose profundamente culpable, para
después agregar, en una muestra de solidaridad—, a mí también me han pasado
cosas así.
—¡Tú también! Nuestro mal debe de ser contagioso. ¡Huye, Luisa, huye
mientras puedas!