Page 198 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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PARA lucir precisamente como un caballero, me coloqué un sombrero de copa
               como el que llevan todos aquellos dibujitos de caballeros que están pegados en
               las puertas de los baños (el bigote y el bastón me parecieron un exceso), y
               entonces me metí al libro.


               Me di cuenta de que ese ejemplar estaba siendo leído, pero no había tiempo que
               perder. Al mal paso darle prisa.


               Entré a la cafetería y para colmo Grete no estaba. Seguro se encontraba en una
               escena que alguien leía en ese momento.


               Tendría que esperarla. Me puse de muy mal humor. Por fortuna ese mal humor
               duró tan sólo doce segundos; desapareció cuando mi mirada se topó con la de
               Lorena.


               —Estoy inmiscuido en un grave problema —le dije cuando me senté en la barra
               —: para conquistar a Grete tengo que comportarme de manera caballerosa, pero
               a mí, la verdad, ese estilo no se me da.


               Noté que al escuchar el nombre de Grete Lorena hizo una cara de fastidio que
               me causó mucha gracia. Se veía muy tierna. Muy, muy… no sé cómo explicarte,
               mi Arroyuelo helado de limón. Lo único que puedo decir es que me daban ganas
               de abrazarla.


               —Hoy salgo temprano; me gustaría que me acompañaras al lago, voy a
               participar en el desfile de lanchas alegóricas —me propuso Lorena cambiando
               totalmente de tema.


               Yo sentí una inexplicable y gran conmoción al escuchar sus palabras. Sin
               dudarlo acepté la invitación.


               Y quién sabe por qué, a partir de ese momento, Grete comenzó a quedar muy
               atrás. No hablo de un asunto de páginas: El Tomo Olvidado estaba cerca de la
               página ciento ochenta y seis, y Grete, según me dijeron, estaba actuando en la
               ciento ochenta. La lejanía de Grete era de otra especie.
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