Page 69 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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EN 1956 Emilia se mudó a un departamento propio en la colonia Narvarte, junto
con sus hijos Lucía y Miguel —Lucrecia se había casado ya en 1951—. Dejaron
la casa de su hermana Rosa y se mudaron los tres a la Unidad Esperanza, la
primera unidad habitacional que se construyó en México, en 1949, bajo el
gobierno de Miguel Alemán. Vivían en el cuarto piso del edificio 11, el más alto
del conjunto, y que finalmente se dañó por el sismo de 1957, por otros sismos y
por la falta de mantenimiento de parte del Banco Hipotecario, el constructor. De
hecho, en alguna ocasión se cayeron las paredes del departamento. Vivirían ahí
hasta 1973. Tiempo después se demolió el edificio. Para entonces Emilia se
había mudado, junto con su hija Lucía, a otro edificio de la misma unidad, donde
viviría hasta su muerte.
Jesús Miguel, mi padre (quien se quitó el Jesús por su disgusto al diminutivo
“Chucho”), se haría ingeniero, como su tío Carlos. En 1962 se casaría con mi
madre, Yolanda, y tendrían tres hijos: Miguel, Yolanda y Gustavo, es decir, yo.
Mi padre había crecido dentro del vegetarianismo, pero su profesión lo obligó a
abandonarlo. Era difícil trabajar en las obras con los albañiles y no comer carne.
Sin embargo, en un movimiento inverso, después de casarse y por influencia de
su suegra, mi madre se acercó al vegetarianismo, y así nosotros crecimos siendo
semivegetarianos.
A mí nunca me gustó la carne: podía pasar largo rato sentado a la mesa
masticando un pedazo de carne, hasta que mi mamá se apiadaba de mí y me
dejaba escupirlo. Crecí comiendo muy poca carne, y luego fue muy fácil voltear
a ver el ejemplo de mi abuela y rebelarme. A los trece años decidí hacerme
vegetariano; desde entonces no como carne. Encontré una justificación y una
nueva dieta en los libros de mi abuela. La gente suele decir que la proteína
animal es muy necesaria, pero la verdad es que yo crecí muy sano y nunca tuve
ni anemia ni problemas con mi alimentación. Además, vivo muy contento
pensando que no hay animales que estén sufriendo ni muriendo por mi culpa. Un
vegetariano salva muchas vidas de animales sensibles e inteligentes cada vez que
no come carne. Claro que también contribuimos a que no se incremente más el
calentamiento global, porque la producción de animales para consumo es una de
las mayores causas de producción de gas metano, que tiene un efecto
invernadero más potente que el bióxido de carbono. También ayudamos a que no
se sigan talando selvas y bosques para que los animales pasten. En fin, hay
varias razones de este tipo, pero quizá mi abuela estaba más consciente de las