Page 25 - En estado de GOL
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Qué suerte que mi papá no fume puro porque el olor sería insoportable. Si así es

               horrible llegar a la casa y sentir el olor de las colillas por todos lados, ¿te
               imaginas cómo sería soportar el de un puro?

               Mi mamá no fuma, pero le da igual que la gente lo haga o no. No le molesta. A

               mí sí me molestan el humo y el olor de las colillas. Y seré muy sangrón o muy
               nerd, pero por el futbol no fumo ni a escondidas: no pienso arriesgar mi
               condición física. No vale la pena.


               Hasta que mis papás no tengan la suficiente voluntad, no van a lograr hacer lo
               que desean. O a lo mejor no quieren dejar de hacer lo que dicen que quieren
               dejar de hacer, ¿verdad?


               Y los entiendo, no creas que no, porque siempre hay una vocecita que te habla
               por dentro y te echa a perder todos tus planes al darte malos consejos, y es muy
               difícil ignorarla. “Disfruta tu chocolatito ahora y mañana comienzas tu dieta.
               Mañana, no te apures.” ¿No? Está grueso hacer una dieta cuando los demás
               comen frente a ti lo que tú no puedes. Ya me imagino a mi papá diciendo: “Éste
               es mi último cigarro, ahora sí”. ¿Fuman tus papás?


               En cambio, mi hermana Susana tiene una voluntad de santa: puede ver su postre
               favorito sobre la mesa, tarta de manzana, y no lo prueba aunque se le haga agua
               la boca. Mi hermana se cuida porque practica gimnasia olímpica. Bueno, lo
               hacía cuando estábamos en Morelia, y esperemos que siga entrenando aquí
               porque también está de mal humor y aguantarla es más pesado que una de esas
               planchas de carbón, como las que pone la abuela para detener las puertas del
               patio para que no se cierren de un golpazo por el viento.


               Mi hermana Susana está en una edad insoportable. Un momento está feliz, y al
               siguiente está llorando. Un momento se pinta las uñas y al siguiente abraza a su
               muñeca. Como que no sabe ni qué quiere, está de mírame y no me toques.


               O sea, en definitiva, mis papás tienen a dos enojados en la mesa del comedor
               todas las noches, y debe de ser muy pesado para ellos aguantarnos.


               Cuando estamos de malas debe ser una pesadilla, porque por más que intentan
               hacer como que no pasa nada, les cuesta trabajo todo. ¿Y qué podemos hacer? Es
               como cuando no te gusta un partido y no puedes salirte del estadio porque
               quieres ver si se compone. Allí estás de malas, tristón o enojado, pero sigues
               esperando que pase algo bueno.
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