Page 32 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Martes 2 de junio de 1942
Hoy la señorita Guadalupe nos habló de la guerra de Independencia. Nos habló
de héroes como Morelos y Allende, también del padre Hidalgo. Yo no sabía que
a don Miguel Hidalgo, después de fusilarlo, le habían cortado la cabeza. Es una
cosa muy fea y estuvimos hablando de eso en el recreo algunos niños y yo. Por
eso Estrada me molestó con eso de que, para ir a la guerra hay que ser muy
valiente. Yo le dije que era valiente y más, pero no me creyó. Entonces me retó a
que subiera a lo más alto del árbol de la muerte. Le dije que lo hacía si él
también se atrevía. Se le quedó viendo al árbol pero no se subió, por eso yo
tampoco lo hice. No es que esté tan alto, pero la señora Quintanar nos lo tiene
prohibido. Y si nos hubiera visto, nos habría suspendido varios días.
En el centro del patio de la gran casona del Instituto América había un enorme
árbol que, con su tupido follaje, daba sombra a casi toda el área de juegos. Desde
el ciclo escolar del 40, cuando uno de los niños de quinto se cayó de una de sus
ramas y se rompió el fémur, la directora prohibió a los niños que se subieran.
Lo cierto es que no todos obedecían, pero ninguno se subía hasta arriba. Desde
aquel célebre accidente eran pocos los osados. Y siempre fue más fácil alegar
que era probable ser descubierto por la directora, que admitir el temor de
terminar dando de gritos en el suelo como aquel niño de quinto grado.
En ese entonces los recreos se nos iban en juegos simples, como el futbol con
pelota de hule (señalábamos las porterías con lo que tuviéramos a la mano),
cachar pelotas de tenis, hacer bailar el trompo, tirar canicas con la rodilla en la
tierra, hacer suertes con el balero y otros. Podrían parecer juegos cordiales, pero
no siempre era así. Cualquiera que haya sido niño sabe que el compañerismo no
siempre reina entre los chicos. Y suelen hacerse corrillos, grupitos, pandillas. No
es común ver a los estudiosos con los que sobresalen en deportes, o a los más
pendencieros con los más tímidos, o a los grandes con los chicos. Esa mañana,
Luis Estrada y su grupo retaron al Coronel a que se subiera a lo más alto del
árbol.